sábado, 14 de diciembre de 2013

''El asunto del día'' (George Stevens, 1942)


Para mí, George Stevens es una de las figuras más fascinantes y dignas de estudio del cine clásico americano. Tras unos inicios en los que hizo todo tipo de cine fundalmentalmente en la RKO (incluída una primera etapa como ayudante de cámara en los cortos de El gordo y el flaco) con una clara preponderancia de comedias de alta escuela, la carrera de Stevens dio un brusco giro tras su alistamiento como voluntario en la II Guerra Mundial y sobre todo tras presenciar y filmar los horrores cometidos en el Campo de Concentración de Dachau.

Gran parte de las horribles imágenes documentales de los campos de exterminio nazi que aún se conservan fueron filmadas por la cámara de George Stevens. Este hecho supuso que tras su incorporación a la vida civil, una vez concluída la Gran Guerra, el cine de Stevens evolucionará hacia un tono más sombrío y pesimista. Las comedias costumbristas dejaron paso a películas de tono nostálgico y a profundos y negros dramas humanistas, en los cuales Stevens dejaba poco resquicio para la esperanza.


''El asunto del día'' fue una de las últimas comedias del genial director americano. Lo primero que llama poderosamente la atención del film es su espléndido e irrepetible reparto, pues la cinta está protagonizada por un trío de excepción: Cary Grant, Jean Arthur y Ronald Colman, a los cuales les acompañan una corte de secundarios de lujo del Hollywood clásico. El tono de la película recuerda y mucho (y no sólo por la presencia de Jean Arthur como protagonista femenina) al cine idealista de profundas convicciones civicas de Frank Capra así como a las ácidas comedias de elevado contenido social de Gregory La Cava.

Porque como en las mejores películas de Capra o La Cava, la película ostenta un intenso mensaje crítico en contra de los vicios y corruptelas imperantes en las instituciones y círculos de poder instaurados, en este caso, en una bucólica ciudad estadounidense que sirve de microcosmos en el que verter la idiosincrasia imperante en el país, así como la intolerancia e hipocresía existente en una América que aún ponía en duda su participación y papel en la II Guerra Mundial. Igualmente la cinta lanza una inteligente metáfora acerca de la compleja línea que delimita los caminos de la justicia en una sociedad corrompida por arcaicos y graníticos convencionalismos que otorgan el mejor premio a las actitudes más sinuosas y deshonestas castigando por el contrario las posturas más cándidas y decentes.


Este mensaje inserto en la trama conforme avanza el metraje otorga al film unas sorprendentes gotas melodramáticas, en las que incluso hay espacio para que broten del seno de las mismas, los esquemas paradigmáticos del cine clásico de suspense (ésto es, la trama clásica de la lucha por defender la inocencia de un falso culpable). Todo ello es encajado con la precisión de un cirujano por Stevens dentro de los axiomas de la comedia sofisticada de los años cuarenta gracias a la utilización del típico recurso cómico de recurrir a una historia de situación y confusión de personalidades, muy habitual por ejemplo en las posteriores comedias de Rock Hudson y Doris Day (como por ejemplo, ''Pijama para dos'' o ''Confidencias de medianoche'').


Para poner la guinda al pastel, la cinta del mismo modo teje un poderoso triángulo amoroso trazado a través de una maravillosa fábula romántica de enredo en la que la avispada protagonista femenina, la cual como no podía ser de otra manera, es una mujer dotada de una fogosa personalidad que arrasa y enamora a todo bicho viviente (sólo como Jean Arthur sabía plasmar en pantalla), se enamora y se encuentra por tanto en la encrucijada de tener que elegir entre el guapo desgraciado e injustamente perseguido amigo del cual ha estado enamorada desde su más tierna infancia y cuya defensa y protección se ha asignado como principal misión o elegir entre el recién llegado inquilino, ésto es, un maduro, erudito y aburrido profesor de Derecho, para el cual en principio la dotrina promulgada en las leyes escritas en los manifiestos legislativos imperan sobre el instinto y el sentido común.

La cinta comienza con la evasión de la cárcel del pueblo en el que se sitúa la trama, Leopold Dilg (Cary Grant) un trabajador de la factoría que mantiene el motor económico del pueblo que había sido encarcelado injustamente al ser acusado de provocar el incendio de la fábrica, el cual provocó la muerte del Gerente. En su desesperada huida Leopold, se refugia en casa de Nora (Jean Arthur), una antigua amiga de la infancia secretamente enamorada de Leopold. Sin embargo, a la apartada casa de campo de Nora arribará Michael Lighcap (Ronald Colman) un afamado y gris profesor de Derecho, que ha alquilado una habitación de la casa de Nora, para pasar tranquilamente el verano estudiando, para poder optar así a un puesto en el Tribunal Supremo.

Si bien Nora iba a abandonar la casa con la llegada del nuevo inquilino, la necesidad de propiciar un refugio en el ático de la casa para de este modo esconder al desgraciado Leopold, con objeto de poder ganar tiempo suficiente para obtener las pruebas necesarias para demostrar la inocencia de su amado, obligan a Nora a permanecer en la casa, ofreciéndose como asistenta al magistrado Michael. Igualmente un encuentro fortuito entre Michael y Leopold obligará al evadido a adoptar la personalidad del ficticio jardinero de la casa. Conforme pasa el verano, se establecerá una sincera relación de amistad entre Michael y Leopold, los cuales se enamorarán de la bella Nora, la cual además de tener que elegir entre uno de los dos pretendientes, pondrá todo su empeño en desenmascarar al verdadero culpable del incendio de la fábrica.


Sin embargo, la publicación de la foto del fugado en el periódico de la localidad, desenmascarará la auténtica personalidad de Leopold, poniendo ésto a Michael en la encrucijada de tener que elegir entre denunciar al evadido para cumplir con su deber de futuro magistrado de la Corte Penal o ayudar a su amigo a demostrar que no es el auténtico culpable de los hechos que se le achacan. Decidirá seguir siendo un hombre gris carente de sentimientos o el despertar del amor harán brotar en Michael los sentimientos humanos que parecía carecer a su llegada a la casa?

Con estos mimbres, Stevens construyó una comedia deliciosa, poseedora de un ritmo dinámico y emocionante y sobre todas las cosas, terriblemente entretenida, la cual huele a Hollywood dorado en cada plano que la forma. Llama la atención el papel de Cary Grant, ya que aunque la cinta se produjo en el momento de mayor brillo artístico del actor británico, Grant juega un papel secundario en el devenir de la trama, siendo un espléndido Ronald Colman, el que sostiene con una interpretación hipnótica el peso de la cinta junto con la maravillosa Jean Arthur. Como seña característica de Stevens, además de los intérpretes, el otro protagonista de la historia, es sin duda, la casa en la que acontece la epopeya, a la cual Stevens dota de un espíritu esencial para que fluya el relato.

Sin duda, ''El asunto del día'' es una de las películas, tanto en espíritu como en diálectica, más Caprianas de la Historia del Cine. Stevens edificó una bonita e inspiradora historia romántica, en la que se nota claramente la influencia de los grandes maestros de la comedia clásica americana de los años treinta y cuarenta. Un magnífico y recomendable testamento póstumo de una forma de hacer cine que se extinguiría en pocos años como consecuencia de la amargura que se instauró en el alma de los autores americanos que participaron en la II Guerra Mundial.



Por Rubén Redondo.

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