martes, 8 de septiembre de 2015

Claudette Colbert, reina de la comedia romántica clásica (II)

MEDIANOCHE (Mitchell Leisen, 1939)
  Por Mari Carmen Fúnez Galán.


Cuando en 1939 Claudette Colbert protagonizó Medianoche, ya llevaba tras de sí una carrera fulgurante tanto en la comedia como en el drama con títulos tan conocidos como Cleopatra o Sucedió una noche, gracias a la cual ganó su primer Oscar. Su vis cómica, su naturalidad a la hora de actuar, su rostro siempre risueño y pícaro, su elegancia sin altivez y un físico que sin ser espectacular como las grandes bellezas de la época despertaba simpatías a su paso, la hacían perfecta para interpretar personajes marcados por el descaro, la coquetería y el desparpajo como es el de la protagonista de Medianoche. Y es por eso que no podemos imaginar a otra actriz en el papel de Eve Peabody.
 
Eve es una buscavidas americana que acaba de perder todo su dinero en el casino de Montecarlo, y que llega a París en un tren con un vestido de fiesta y 25 centavos en el monedero como único equipaje. Pero París no es ni mucho menos la ciudad luminosa y lujosa que una Cenicienta espera encontrar. Llueve a cántaros y no parece que ningún príncipe azul vaya a acudir en su rescate, hasta que un taxista se apiada de ella y la lleva de club en club en busca de un trabajo como cantante. Lo infructuoso de su búsqueda y el cansancio hace que entre los dos se cree una conexión especial que se rompe cuando ella huye precisamente de lo que se aventura como una vida humilde junto a él, y se cuela en una fiesta de la alta sociedad parisina haciéndose pasar por una baronesa europea. A partir de ese momento se suceden una serie de enredos y malentendidos que la llevarán a formar parte de esa burguesía decadente mientras el taxista se desvive por encontrarla.
 


Medianoche se engloba dentro del subgénero de la screwball comedy que hicieron furor en los años dorados de Hollywood, unas películas aparentemente livianas, plagadas de romances alocados y situaciones más delirantes aún, que escondían un cinismo y una crítica normalmente centrada en las clases sociales altas y en la cultura de la apariencia. Sin duda, el que detrás del guión de Medianoche se encuentre uno de los mayores cínicos (en el buen sentido) del cine de todos los tiempos, el gran Billy Wilder, ayudó a que, aun siendo una de las comedias menos conocidas de los años 30, se convirtiera en la más redonda de todas las que filmó Mitchell Leisen.
 
En ella se incluyen todos los elementos propios de la screwball con el aliciente de un guión que, por muy alocado que parezca el argumento, es capaz de mantener siempre una coherencia absoluta entre la historia que cuenta y las críticas que subyacen en ella. De esto último da fe el contraste entre escenas como la del baile en el bar al que acuden los taxistas parisienses, desinhibida, alegre y cargada de espontaneidad, con la que tiene lugar en la mansión de los Flammarion en Versalles calculada al milímetro en su coreografía y llena de impostura. La comedia, por el contrario, se va construyendo a base de entre mentiras que se cuentan para tapar otras mentiras, haciendo cada vez más grande la bola de engaños en la que se ven inmersos los protagonistas, con escenas hilarantes como la de la falsa llamada de teléfono a Budapest, o la de una convincentemente enredadora Claudette Colbert explicando a sus anfitriones la supuesta locura de su supuesto marido.
 

 
Pero si Colbert brilla más que nunca en Medianoche, no se quedan atrás un Don Ameche enamorado, celoso y tierno, capaz de movilizar a todos los taxistas de París para encontrar a su Cenicienta, y sobre todo un John Barrymore divertidísimo y punzante en uno de sus últimos papeles. Todo ello hace de Medianoche una de las mejores comedias de la historia de Hollywood que es necesario reivindicar para situarla en el lugar que merece.
 
 
Adelante mi amor (Mitchell Leisen, 1940)
 Por Ana Igareta Gómez.
 
 
“Arise my love” es una de las películas más brillantes de Mitchell Leisen ese director tan interesante como poco reconocido a nivel popular, con el que Claudette Colbert realizaría cuatro películas: “Medianoche” (1939), “Adelante mi amor” (1940), “No hay tiempo para amar” (1943) y “Bodas blancas” (1944).
Es ésta una película en la que se cruzan varios de los mayores talentos del Hollywood de la época: el de Mitchel Leisen detrás de la cámara, el del tándem Charles Brackett y Billy Wilder en el guion, el de Victor Young en la música o el de Claudette Colbert y Ray Milland (ambos debilidades personales), delante de la cámara.
Basada en un relato del escritor húngaro János Szélely (escrito bajo el pseudónimo de John S. Tuddy, Szélely es uno de los muchos talentos húngaros que “invadieron” Hollywood tras el final de la Primera Guerra Mundial, exiliados políticos tras la instauración de gobierno procomunista de Bèla Kun) y del irlandés Benjamin Glazer, ambos participarán en una primera redacción del guion, en el que también intervendrán Jacques Tery y Ketti Frings. El tándem Charles Brackett y Billy Wilder le darán su forma definitiva, rescribiendo toda la parte final. Supone esta película la segunda colaboración de Brackett y Wilder con Leisen (tras la excepcional “Medianoche”, 1939), con quien repetirán en el melodrama “Sino amaneciera” (1941). La historia se basa en hechos reales, las intrigas de la amante de un piloto norteamericano de las Brigadas Internacionales encarcelado en España en plena guerra civil por el bando sublevado para que éste no fuera ejecutado.
La película es una crítica total a la política de no intervención estadounidense en la Segunda Guerra Mundial y una arenga pro intervención bajo las formas de una deliciosa comedia con toques de la mejor screwball comedy. Ray Milland (delicioso actor de comedia) es Tom Martin el aviador americano que es detenido y encarcelado en Burgos por ayudar a la causa republicana, donde espera su ejecución. Claudette Colbert es Augusta Nash, la periodista de guerra que lo liberará engañando a las autoridades españolas. En su ánimo más que cuestiones humanitarias cuenta su ambición profesional, la idea de conseguir una buena historia que le de relevancia profesional. Aquí comienzan los enredos y juegos amorosos. Milland se enamora de su heroína mientras ella, también atraída por él, rehúye en busca de un gran futuro profesional. Así comienza un juego del gato y el ratón por escenarios europeos con el avance nazi en Europa como telón de fondo. Claudette da forma al prototipo femenino que ella mejor encarna en el cine y siempre con eficiencia: el de la mujer moderna, independiente e inteligente que tiene que enfrentarse a los dilemas del amor. Ray Milland es el personaje entrañable, pícaro y cándido a la vez (una mezcla del Jimmy Stewart y Gary Cooper de los años 30) que la pone al borde del abismo.
A pesar de los momentos frívolos  y el tono ligero el trasfondo amargo de la guerra está siempre presente, a través de diálogos mordaces y certeros. En la parte final se hace evidente la imposibilidad de vivir y de amar dando la espalda a lo que está sucediendo, a una batalla crucial para la historia de la Humanidad. La película no se estrenará en España por su visión negativa del bando sublevado y marcado corte antifascista.
 
 
 
 
No hay tiempo para amar (Mitchell Leisen, 1943)
 Por Juan Murillo Bodas.
 
 
 
 
Situada dentro del género de la comedia romántica “No time for love” es una producción de uno de los grandes estudios norteamericanos: la Paramount Pictures y fue realizada por uno de los directores especialistas del género: Mitchell Leisen, director que goza de poco prestigio en la actualidad pero que fue en su momento uno de los directores más importantes del citado estudio debido a que sus películas gozaron de gran éxito. Fue estrenada en un periodo en el que Leisen estaba empezando a agotar su fórmula de comedia sofisticada e inteligente con toques de screwball-comedy que ya había dado su buen rendimiento con películas como Hands Across the Table (Candidata a millonaria (1935); Easy living (Una chica afortunada) (1937) o su obra maestra en el género Midnight (Medianoche) (1939) . No time for love basada en una historia original de Robert Lees y con guión de Claude Binyon y Warren Duff nos cuenta la historia de Katherine Grant( Claude Colbert) una brillante fotógrafa de moda altiva que está prometida con Henry Fulton (Paul McGrath), pero todo cambia cuando un día conoce a un apuesto trabajador de la construcción Jim Ryan (Fred MacMurray) mientras realiza un reportaje fotográfico en un túnel.
 
La película, que posee una impecable puesta en escena, como es habitual en Leisen, cuenta con una estupenda música de aires románticos de Victor Young y con un director de fotografía destacado: Charles Lang, que adecúa perfectamente la luz a las diferentes escenas rios en los que se desarrolla la película… todos los aspectos artísticos están cuidados a la perfección, tanto los decorados, como los trajes de los actores, una de las marcas de estilo de Leisen. Sin embargo, pese a que los actores protagonistas: Claudette Colbert y Fred MacMurray están muy bien en sus papeles y hay una gran química entre ellos, el guión es algo previsible y pese a poseer un par de giros interesantes en el guión, hay demasiados momentos en la película en los que la acción no avanza con la consecuente falta de ritmo. Tampoco ayuda que los actores secundarios tienen escasa importancia, cuando nor- malmente las comedias norteamericanas clásicas destacan por la presencia de actores que enriquecen la trama de la película, Aquí ni Paul McGrath, ni June Havoc interpretando a la exhuberante Darlene ni Richard Haydn acompañante amanerado y divertido de Katherine Grant tienen suficiente presencia en el desarrollo de la película. Competente comedia, bien realizada y con dos estrellas de la comedia romántica como Claude Colbert y Fred MacMurray, que volverán a trabajar posteriormente con Leisen. La excesiva dependencia de Leisen respecto a los guiones ajenos que filmaba hacen que en este caso el resultado no sea tan brillante como en otras estupendas comedias escritas por Preston Sturges o el tándem Billy Wilder/Charles Brackett en las que Leisen modificaba diálogos y los acoplaba a su elegante puesta en escena. A pesar de todo es una comedia interesante y que se sigue con cierto interés.
 
 
 
Tempestad en la cumbre (Douglas Sirk, 1951)
  Por Joseph B Macgregor.
 

 
 
Si algo demuestra “Tempestad en la cumbre (Thunder on the Hill, Douglas Sirk, 1951)” es la capacidad camaleónica de la gran Claudette Colbert, capaz de convertirse por derecho propio en una de las grandes damas de la alta comedia norteamericana, y a la vez poder interpretar con convicción y eficacia tanto a una sexual y sensual Cleopatra (“Cleopatra,” Cecil B. DeMille, 1934) como a una mujer totalmente opuesta a ésta: la Hermana Mary Bonaventura, protagonista estelar de este desconocido pero muy apreciable film de un  Douglas Sirk, anterior a sus grandes y excelsos melodramas en color realizados a mediados de los años 50.
 
 
El guion de “Tempestad en la cumbre - a cargo de Oscar Saul y Andrew Solt - adaptaba una obra de teatro firmada por Charlotte Hastings y que fue estrenada como “Bonaventura”, es decir el nombre de la hermana protagonista de la trama. En esta se mezcla el melodrama ambientado en monasterio de monjas (en este caso un monasterio-hospital) con una intriga detectivesca, interesante pero algo pueril (el culpable se adivina desde prácticamente el momento en que se plantea el asunto).  
 
Lo primero que destaca en el film es el buen hacer de la Colbert, nos ofrece una interpretación sobria y eficaz de esta religiosa metida a investigadora, inteligente e intrépida pero a la vez torturada por la culpabilidad que siente por el suicidio de su hermana. Este sentimiento es la que la induce a creer en la inocencia de una joven condenada a muerte por el asesinato de su hermano (una más que convincente  Ann Blyth) y a tratar de salvarla de la pena de muerte.  Sin embargo, nos encontramos con una de esas películas en la que uno percibe más que nunca que cada actor y actriz representan el rol más adecuado. Igual de convincentes resulta el resto del reparto de secundarios hasta el punto de que da la impresión de que la gran Gladys Cooper es en realidad la Madre Superiora, la sorprendente Connie Gilchrist como la Hermana cocinera Josephine, que efectivamente parece nacida para representar este papel  o Michael Pate que se ocupa de dar humanidad al retrasado ayudante Willie, tan impulsivo como bondadoso.
 
 
Otro aspecto destacable de este Sirk menor es el inteligente uso que el realizador hace de la escenografía. Aunque el guion parte de una obra de teatro en ningún momento tenemos la sensación de estar asistiendo a una representación teatral, ni siquiera aunque la trama se ubique en un 80 % en un espacio cerrado, debido a que el escenario es utilizado de tal manera – la hábil combinación de luces y sombras, la importancia del decorado dentro del encuadre del plano – que en algunos momentos el film desprende una sobrecogedora atmosfera de cuento gótico o de terror. Hay secuencias (la del campanario) que nos evoca de inmediato a la muy posterior Vértigo (De entre los muertos)” de Hitchcock o las exteriores que se desarrollan en un ambiente nebuloso que nos trasladan a la época dorada del cine de terror de la Universal, productora también de esta película.
En  definitiva, “Tempestad en la cumbre resulta un film agradable de ver, que se sigue con interés ya que está bien contado y que posee además un elegante e inteligente uso de la puesta en escena, uno de los puntos fuertes del film sin duda alguna. Nos ofrece además un más que excelente elenco actoral, con la Colbert a la cabeza, que son capaces de defender con solvencia una trama entretenida, que te mantiene absorbido durante ochenta minutos pero con un desenlace anunciado que depara pocas sorpresas al espectador.
 

Ciclo Vincente Minnelli: ''Cautivos del mal'' (1952)


Por Juan Murillo Bodas.

Extraordinaria y deslumbrante obra maestra de Vincente Minnelli uno de los grandes estilistas del Hollywood clásico que consigue con esta película tal vez su más rotunda obra maestra.. Producida por la Metro-Goldwyn-Mayer, con los mejores profesionales del estudio, contó con la magnífica fotografía de Robert Surtees que ilumina a la perfección tanto a los actores como los magníficos decorados de Cedric Gibbons que reconstruye con gran minuciosidad los interiores en los que se desarrolla la película.

Kirk Douglas y Lana Turner.


La fotografía expresionista pero a la vez fluida y glamourosa, unida a la excelente partitura de David Raksin realzan a la perfección ciertos momentos dramáticos de la película… todo en ella es excelso, desde la puesta en escena hasta todo lo que tiene que ver con el desarrollo de la historia, narrada con gran intensidad y ritmo. * Obra canónica del clasicismo cinematográfico, rica y compleja en interpretaciones y significados, forma parte de ese género aparte de los demás denominado “cine dentro del cine” o “metacine”, mas la habilidad narrativa de Minnelli y de su guionista Charles Schnee les lleva a indagar dentro de los entresijos del mundo del cine, no de una forma intelectual y compleja sino integrando el discurso dentro de un melodrama que contiene numerosas dosis de ironía y de sarcasmo.

Una historia escrita por George Bradshaw titulada “Tribute to a badman” que inicialmente transcurría en el mundo del teatro es trasladada por iniciativa del productor de la película John Houseman al mundo del cine. Houseman, que era un hombre de cine conoció varios oficios dentro de la industria, fundó junto con Orson Welles el Mercury Theatre en 1937, trabajo como productor y guionista para los Estudios Selznick, fue consejero supervisor no acreditado en el guión de Ciudadano Kane, también fue el responsable de la primera obra importante en Hollywood de Max Ophüls Letter from an unknowm woman (Carta de una desconocida) y propicio el debut de Nicholas Ray con la magnífica They live by night (Los amantes de la noche)(1949); ganó un Oscar al mejor actor secundario por Vida de un estudiante (J. Bridges, 1973) y por supuesto aportó todo su talento y todas sus experiencias personales e hizo una gran labor en Cautivos del mal, es más la estructura narrativa tiene algo que ver con Ciudadano Kane al ser como ésta la investigación acerca de una personalidad importante, aunque con algunas variaciones sustanciales. Siguiendo con el asunto del guión, Charles Schnee construye perfectamente la historia de la película en tres partes, que corresponden a tres sucesivos flash-backs, la película se inicia y finaliza en el presente a modo de estructura circular. El enigma que se plantea: ¿Por qué es Jonathan Shields (Kirk Douglas) tan odiado por las personas que estuvieron cerca de él? es desvelado por algunas de las personas que compartieron su vida profesional, sentimental o ambas nos lo cuentan, y digo nos lo cuentan a nosotros los espectadores, porque todo lo que cuentan son los recuerdos del director Fred Amiel (Barry Sullivan); la actriz Georgia Lorrison (Lana Turner) y el escritor de novelas de éxito James Lee Bartlow (Dick Powell) que se materializan en imágenes gracias a la magia del cine. 



La película es también todo un tratado de lo que significa o mejor significaba- ya que la industria del cine ha cambiado mucho- ser un productor cinematográfico durante esos años del Hollywood dorado, comprendido aproximadamente entre los años 30 y los años 50 del pasado siglo XX… un mundo glamouroso y brillante sustentando en el atrayente poder de las grandes estrellas, pero necesitado de productores con talento y cuyas personalidades aparecen reflejadas parcialmente en la película, hombres como David O. Selznick, Darryl F. Zanuck o Val Lewton este último ingenioso y brillante productor de importantes películas con presupuestos más modestos. … Hombres cruciales para que esas grandes obras maestras lograrán realizarse. No solo eran hombres que administraban el presupuesto dispuesto para la película sino que eran hombres creativos, hombres que amaban el cine y que conocían a la perfección todo lo referente a su oficio: la producción de películas, esto es la interpretación, la dirección, los decorados, la fotografía…que consistía en crear esa seductoras imágenes en movimiento que atraparon a varias generaciones de espectadores haciéndolos partícipes del cine como espectáculo inseparablemente ligado a la cultura popular. * Podría ser una historia más sacada de la prensa rosa de la época, pero la sutileza de Minnelli, su capacidad para engarzar una escena con otra sin poner demasiado énfasis en los sentimientos de los personajes muestran su maestría para el melodrama, y es que en una especie de juego sin fin descubrimos cómo a través de unas imágenes en movimiento se crean esas otras imágenes que constituirán la película, desde este punto vista The Bad and The Beautiful es posiblemente la película que mejor ha reflejado ese Hollywood clásico. En una deliciosa escena vemos como Rosemary Bartlow (Gloria Grahame) la mujer de James Lee Bartlow llega con éste a Hollywood, allí ve cómo Georgia Lorrison está tomando el sol, una más de esas autorreferencias que tiene la película…el mundo del cine y el mundo real se mezclan y se confunden a lo largo de toda la película. Documento ficcionado de una época y reflexión sobre el lado oscuro del éxito, sobre las ambiciones insatisfechas, sobre la fragilidad de los sentimientos, sobre la soledad y sobre el peso maligno de ciertas herencias familiares en el ámbito del carácter… Incisiva, brillante y mordaz, una obra descomunal en todos los sentidos… Unos actores que se creen lo que interpretan y que asumen con gran fuerza sus personajes que son como arquetipos arrugados por el paso del tiempo y de la fama, mas no sólo eso, ya que su complejidad y egoísmo es tal que Minnelli opta por no juzgarlos, simplemente nos muestran sus acciones y somos nosotros los espectadores los que tomaremos partido. Película fundamental dentro de la Historia del cine, que hace disfrutar a los espectadores sin olvidar esa carga crítica hacia un mundo brillante pero hipócrita a la vez y que muestra los problemas y los traumas de la adicción a la popularidad. Minnelli conocía muy bien ese mundo pues siempre formó parte de él.

Gloria Grahame, excepcional dama del cine negro clásico, premiada con un Oscar como Mejor actriz de reparto por ''Cautivos del mal''.

 

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