lunes, 23 de diciembre de 2013

Margaret Sullavan, una actriz angelical


 Margaret Sullavan fue una magnífica intérprete de rostro angelical acompañado de una presencia magnética y adorable en pantalla, una de esas actrices cautivadoras e indelebles del cine clásico, que estaban dotadas tanto para la comedia como para el drama, a pesar de su procedencia teatral, sus interpretaciones resultaban muy espontáneas y sutiles, sin un ápice de impostación, te la creías siempre. En la línea de la escuela interpretativa clásica americana, donde primaba la contención por encima de la sobreactuación. Nació un 16 de Mayo de 1909. Como persona, se comenta que poseía un fuerte temperamento e indómita personalidad, se enfrentó al poderoso productor de la Metro Louis B. Meyer, al intentar ayudar a un guionista de ideas izquierdistas, negandose a su despido inminente, debido a esta admirable actitud, al director Sam Wood de ideas demasiado conservadoras, le dió un infarto. Parece ser que su dulce presencia escénica, contrastaba con su personalidad real, se dice, que era la actriz que más ponía de los nervios a Louis B. Meyer, entre ambos, siempre hubo una relación complicada y distante. A nivel de premios, Margaret fue una actriz poco reconocida, siendo nominada únicamente al Oscar en una ocasión, como mejor actriz, por su excelente trabajo en ''Tres Camaradas''. Era capaz de brillar incluso enfrentandose cara a cara con divas del cine como Joan Crawford por ejemplo, compartieron planos en ''La hora radiante'' y Margaret como secundaria, conseguía no quedar ensombrecida ante el torbellino interpretativo que es esta mítica intérprete, las dos están magníficas.


Sus mayores etapas de esplendor se produjeron durante los años 30 y 40, debutando como protagonista en ''Parece que fue ayer'' de 1933, bajo la batuta de un gran realizador de melodramas, John M. Stahl. No tuvo dificultades para adaptarse al cine, al cambiar de medio artístico, Margaret provenía de las tablas americanas, de hecho, en una compañía teatral, conoció al fantástico James Stewart, un actor clave en su trayectoria, con el que formaría una estupenda pareja cinematográfica, en pantalla eran pura dinamita, ya que tenían una química entrañable y muy especial, colaboraron en 4 ocasiones, siendo ''El bazar de las sorpresas'' del genio Ernst Lubitsch, la más destacable a nivel de calidad. Ésta última fue la película más famosa de su trayectoria, quizá junto a ''Una chica angelical'' del solvente William Wyler, está estupenda en ambas.

Su carrera fue desgraciadamente corta, contando tan sólo con 16 films entre 1933 y 1950, muchos de ellos, complicados de encontrar y de ver, hizo parones de tiempo considerable, ya que alternaba sus apariciones cinematográficas con el teatro y además, fue perdiendo rápidamente audición en el transcurso de los años, lo que dificultaba poder desempeñar su labor adecuadamente. Solía interpretar personajes de protagonista y trabajó con lo mejorcito del cine clásico tanto delante como detrás de las cámaras: Joan Crawford, Ray Milland, Ernst Lubistch, Glenn Ford, Charles Boyer, James Stewart, William Wyler o Frank Borzage. Fue una actriz que empezó a ser principalmente conocida por su labor teatral, aunque posteriormente, también gozó de gran éxito en el sector cinematográfico. Como otras estrellas clásicas, tuvo un desenlace trágico, murió a los 50 años en 1960, se especuló con que se suicidó debido a una ingesta excesiva de pastillas, pero no ha quedado esclarecido del todo, hay otra versión que asegura, que fue una muerte accidental. Margaret quedó muy afectada por la mala situación que atravesaban dos de sus tres hijos, Bridget y Bill, que estuvieron internados durante algún tiempo en instituciones mentales, sus íntimos aseguraron que esta mala época familiar, influyó mucho en su posterior recaída. Bridget, terminaría suicidandose de manera idéntica a como supuestamente lo hizo su madre, pocos meses después del fallecimiento de su progenitora, en Octubre de 1960 y Bill con 66 años en 2008, acabaría con su vida pegandose un tiro.

Una grandísima pérdida de una actriz irrepetible, que iluminaba la pantalla con su candor, carisma y picardía. A nivel sentimental, estuvo casada brevemente con Henry Fonda y William Wyler.


UN TÁNDEM  PERFECTO: SULLAVAN Y STEWART


Amigos desde sus inicios en el teatro, hicieron equipo hasta en 4 ocasiones, personalmente ''El bazar de las sorpresas'' me parece la más lograda. A continuación, repasamos sus colaboraciones conjuntas...


''Cuando volvamos a amarnos'' (Edward H. Griffith, 1936)


Primera colaboración del efectivo dúo Sullavan-Stewart. Correcto drama romántico, que no aporta nada nuevo al género, pero entretiene. El mayor atractivo reside en su trío protagonista, Margaret Sullavan, James Stewart y Ray Milland.



''El ángel negro'' (H. C. Potter, 1938)


Producida por el genial Joseph L. Mankiewicz, se trata de un drama romántico menor, que se sustenta básicamente en la innegable química de unos jovencísimos James Stewart y Margaret Sullavan, que salvan la pelicula con sus creíbles trabajos. Olvidable.


''El bazar de las sorpresas'' (Ernst Lubistch, 1940)


Deliciosa y entrañable comedia romántica del genio de la comedia Ernst Lubistch, con unos fantásticos James Stewart y Margaret Sullavan, que se complementan a la perfección, sus personajes viven una clásica y atrayente relación amor-odio, con un desenlace típico del género. Cinta luminosa e inolvidable, que deja un inmejorable sabor de boca. Como curiosidad, existe un remake posterior en clave de musical, titulado ''En aquel viejo verano'', inferior en calidad pero estimable, protagonizado por una gran Judy Garland.


''Tormenta mortal'' (Frank Borzage, 1940)


  Entretenida e interesante película con trama amorosa y política, ambientada en una Alemania convulsa, que deberá hacer frente a los inicios del nazismo, debido a la ascensión al poder del dictador Adolf Hitler. Unos convincentes Margaret Sullavan y James Stewart, verán como su amor se complica, a causa de sus ideales políticos, contrarios a los que rigen en aquel momento, el país en el que habitan, que está viviendo una monstruosa transformación, en pro de la desigualdad, el racismo y la masacre, los nazis se creían una raza superior y bajo sus cuestionables convicciones, eliminaron a todo aquel ser que consideraron inferior.

Rivalidades de cine: Bette Davis y Joan Crawford, el choque de dos colosos interpretativos

''Es vulgar e hipócrita. Se ha acostado con todos los actores de la Metro a excepción de la perra Lassie''. (Bette Davis sobre Joan Crawford).


 Dos reinas del melodrama clásico, que se decía, que mantuvieron una relación distante, fueron Bette Davis y Joan Crawford, quizá esta supuesta agria relación se exageró de cara a la galería para promocionar la película que ambas protagonizaban, pero francamente, a título personal, creo que algo de verdad sí había, las dos, ostentaban una considerable fama de mujeres difíciles, con las cuales, no era fácil lidiar en los rodajes y resulta lógico, que al juntar a dos mujeres de rompe y rasga como ellas en escena, debía de ser algo explosivo, tanto en el buen como en el mal sentido. Cuenta la leyenda, que la Crawford (de la cual, las malas lenguas, relataban su rumoreada promiscuidad), intentó seducir a Bette mediante regalos y cartas, la Davis se comenta, que siempre rechazó sus insinuaciones sexuales, ya que no le atraían las mujeres, por tanto, su odio venía de atrás, de antes de trabajar juntas, su mala relación era una de las comidillas de Hollywood. Como Bette Davis, supuestamente, aseguró después de la muerte de la Crawford, parece ser, que su rival, se enamoró de ella.


Ambas, también llegaron a rivalizar por el amor de un hombre, este hecho, se remonta a 1935, cuando Bette rodó junto al elegante actor Franchot Tone ''Peligrosa'', Bette se enamoró durante el rodaje y él le correspondió a la pasión pero no a su amor, en aquella época era el prometido de Joan Crawford. Franchot Tone era un hombre muy solicitado por las actrices de la época, tenía fama de seductor y cortejó a muchas mujeres. Joan estaba al tanto de esta aventura, pero se encontraba trabajando sin descanso para terminar de filmar su próxima película.
En definitiva, su rivalidad se remonta a los años 30, cuando Bette que pertenecía a la Warner (desde el principio de su carrera, tuvo que luchar para que le ofreciesen papeles de calidad, había sido descubierta en 1930 en Broadway por Jack Warner y la estaba desperdiciando en sus inicios como estrella cinematográfica, con papeles menores que evidentemente no estaban a su altura, su particular físico tampoco la ayudaba a integrarse en ese star system, la apodaban ''el patito feo'', a base de coraje y talento puro, fue poco a poco, labrandose una trayectoria más rica e interesante, convirtiendose a su vez, en una intérprete con un sello propio inconfundible, excesiva para algunos, intensa para otros, pero lo cierto, es que renovó a su antojo, la interpretación clásica), ansíaba los grandes guiones, los directores de renombre con los que trabajaba y los altos presupuestos que la Metro le adjudicaba a los proyectos de Joan Crawford, además, se comentaba, que la consideraba inferior en cuanto a talento. También le irritaba sobremanera la supuesta hipocresía de la actriz, en público se desvelaba como una puritana y privadamente era todo lo contrario, a Bette no le gustaban las falsas imágenes intachables de las estrellas, ella solía mostrarse brutalmente honesta, aunque le cayesen duras críticas y se granjeara muchas enemistades en el star system. Durante toda su carrera, tuvo fama de ser una intérprete complicada en los sets de rodaje.


El gran director pero injustamente poco valorado, Robert Aldrich se le ocurrió la idea de juntar en pantalla, a dos de las mayores estrellas de la época más dorada del cine americano, que en aquella época ya no ostentaban el esplendor artístico de antaño (la Davis, tuvo una época de vacas flacas, donde incluso, ante el escaso trabajo que le ofrecían, llegó a pedir empleo mediante un anuncio en Variety), para una película inquietante, intensa y claustrofóbica que reflexiona sobre la envidia, a través, de dos actrices infantiles fracasadas que se ven obligadas a convivir. El rodaje de ''¿Qué fue de Baby Jane?'', resultó ser un infierno, ante las constantes peleas de estos dos colosos interpretativos con temperamentos muy fuertes, Joan Crawford volvió a intentar seducir a Bette mediante regalos al comienzo del rodaje y ésta los rechazó de nuevo y le avisó que parara de hacer eso, se tomó fatal los desplantes de la Davis y le hizo la vida imposible en el set y ella le pagó con la misma moneda. La furia se la tragó su pobre hija Christina y a partir de las negativas de la Davis, Joan empezó a tratarla de manera distinta, con condescendencia y altivez. Aunque testigos del set, relataron una versión totalmente opuesta, que sin haber cultivado una amistad entre ellas, fueron sumamente profesionales la una con la otra, aunque por otro lado, nadie niega, lo que se ha dicho en infinidad de ocasiones, que en ese rodaje, había mucha tensión. Robert Aldrich, contó, que ambas, lo llamaban por teléfono todas las noches, intentando conseguir que su personaje respectivo tuviese más peso en la historia que el de su oponente.


Tal era la manía que Joan le tenía a Bette, que cuando su compañera de reparto resultó nominada por ''¿Qué fue de Baby Jane?'' y ella no, pactó con el resto de actrices de la categoría de Mejor actriz en los Oscars, que si alguna ganaba y no podía ir a recoger el premio, ella lo recibiría en su nombre, como así fue, resultando ganadora la estupenda interpretación de Anne Bancroft en ''El milagro de Ana Sullivan''.

La relación entre estas dos divas, era una mezcla de odio y rivalidad profesional, ninguna quería ser menos que la otra. Crawford y Bette públicamente, se lanzaban dardos envenenados la una a la otra constantemente. La Davis, actriz de mirada pérfida y fascinante, tenía muchas enemistades en la industria, debido a su poco tacto a la hora de hablar y a su complicado carácter, criticó abiertamente a muchos de sus compañeros de profesión, como la citada Crawford, Miriam Hopkins (fue amante de uno de sus maridos, el director Anatole Litvak) o Errol Flynn, entre otros. Una de sus pocas amigas actrices, era Olivia de Havilland.

Lo cierto, es que, Joan y Bette, eran más parecidas de lo que les gustaría admitir: dos mujeres conflictivas de carácter temible, grandes damas del mejor melodrama clásico, tenían predilección por interpretar a personajes de mujeres fuertes e independientes habitualmente, reconocidas a nivel artístico y con relaciones muy problemáticas con sus hijos.

Robert Aldrich, quiso repetir la jugada para ''Canción de cuna para un cadáver'', pero Crawford sabiendo el ''aprecio'' que le tenía la Davis, se negó a aceptar el papel, ninguna de las dos, deseaba aparecer de nuevo juntas en pantalla, de hecho, pretendían que para sus escenas conjuntas se utilizaran dobles, el director no estaba de acuerdo.
Finalmente, recurrieron a una de las amigas más fieles de Bette y con la que ya había trabajado anteriormente para que tomase el personaje de la Crawford, la versátil Olivia de Havilland, que bordó magistralmente uno de sus escasos papeles de villana. También se barajó a Vivien Leigh, que fue la elección personal de Bette, pero ésta rechazó la oferta, asegurando lo siguiente... ''Podría quizá mirar el rostro de Joan Crawford a las siete de la maña­na en una plantación del Sur. ¡Pero desde luego no podría mirar al de Bette Davis!''.


Citas de Bette sobre Joan Crawford

«No la mearía aunque estuviese ardiendo en llamas»
«Ha dormido con todas las estrellas de la MGM, menos con la perra Lassie»
«Uno nunca debe decir cosas malas sobre los muertos, sólo se deben decir cosas buenas... Joan Crawford está muerta, ¡qué bien!» (al morir su eterna rival).


Curiosidades de ''¿Qué fue de Baby Jane?''

- La curiosa joven vecina de Blanche y Baby Jane es Barbara Merrill, la hija de Bette Davis en la vida real.

- La peluca que usó Bette Davis en la cinta fue usada por Joan Crawford en una de sus primeras películas para MGM.

- Las escenas de las películas que son protagonizadas por Jane son de Ex-Lady y Parachute Jumper, películas que Bette Davis protagonizó en 1933. Las escenas en las que salía Blanche pertenecen a la película de Sadie McKee de 1934.

- Durante el rodaje, Bette Davis tenía una máquina dispensadora de Coca Cola instalada en el set para así enojar a Joan Crawford, ya que su esposo era un alto ejecutivo de Pepsi.

- En la escena de los golpes, Bette Davis golpeó a Joan Crawford en la cabeza y ella necesitó puntos. En las escenas en que Bette Davis debía arrastrar a Joan Crawford, esta última puso pesas en sus bolsillos para que la Davis se dañara la espalda.

- Bette Davis se negaba a quitarse el maquillaje después de cada día de rodaje, con la intención de acumularlo para que su personaje se viera más ajado y tétrico a medida que iba perdiendo la razón.

- Joan Crawford rechazó el papel de Baby Jane porque le parecía una mujer demasiado fea.



viernes, 20 de diciembre de 2013

Joan Fontaine, la frágil

 Joan Fontaine (Tokio, 1917- California, 2013)


 “He tenido una vida tremenda. Y no sólo en lo que se refiere a la interpretación. He participado en carreras en globo, he pilotado mi propio avión… he hecho un montón de cosas excitantes”.



Los pocos testigos de un cine clásico hollywoodiense que ya no volverá, se están apagando irremediablemente, en los últimos días, hemos tenido dolorosas pérdidas para cualquier buen cinéfilo que se precie, han pasado a mejor vida: Eleanor Parker, Joan Fontaine y Peter O'Toole. Así es la vida, nacemos y morimos, pero personalmente, me golpea fuertemente que gente tan grande, se nos vaya. Por fortuna, siempre nos quedarán sus grandes películas, sus recientes fallecimientos, deberían de incentivar para recuperar esas joyas inolvidables de sus filmografías y ponerse seriamente a visionarlas o reverlas, a modo de homenaje a su legado artístico y su icónico talento.


Como estaba comentando, esta semana, se nos iba una de las estrellas más rutilantes del Hollywood dorado, Joan Fontaine, actriz perfecta para papeles de mujeres frágiles, ingenuas e introvertidas, los cuales, los bordaba. Su frágil y dulce rostro, claramente, limitaba sus posibilidades a la hora de interpretar, como a tantos otros actores. Fue la única intérprete que trabajó con el maestro del suspense Alfred Hitchcock y consiguió un Oscar por su estupenda labor, este reconocimiento le llegó por ''Sospecha'', convirtiéndose en el único premio de la Academia que le fue concedido. El año anterior, había estado nominada por ''Rebecca'', la primera producción americana de Hitchcock, que tuvo un complicado rodaje. Fontaine estaba incómoda en el set, porque Laurence Olivier la odiaba (su deseo personal era que su esposa Vivien Leigh diera vida a su pareja, pero el productor David O. Selznick impuso a Joan, al quedarse prendado de ella en una cena en la que habían coincido) y el malvado Hitchcock fomentó esta tensa situación en favor de la credibilidad de su personaje (de hecho, aumentó este ambiente crispado, engañando cruelmente a Joan, haciendole creer que todo el equipo de la película la despreciaba), que se hallaba en una situación similar. El mítico realizador, admiraba su control interpretativo y su templanza, tanto que según Cary Grant, durante el rodaje de ''Sospecha'', Fontaine recibió un trato de favor por encima de su partenaire, supuestamente esta actitud, molestó al legendario y carismático actor. En honor a la verdad, tanto Fontaine como Grant, merecían las mismas alabanzas, ya que, están excelentes. En mi opinión, la mejor interpretación de Joan Fontaine es la que realiza en esa obra maestra del melodrama que es ''Carta de una desconocida'', es un papel que le sienta como un guante es cierto, pero hay que reconocer, que está espléndida. Su elegante y sutil presencia engrandece esta hermosa y desesperada película sobre el amor no correspondido. Era una gran actriz, pero que personalmente no me convence tanto como Olivia, en el aspecto interpretativo, por supuesto.


Joan Fontaine, vivió su mayor etapa de esplendor en los años 40, en la cual, su carrera se caracterizó por un determinado perfil de personajes: mujeres excesivamente vulnerables y tímidas. Mucho más limitada interpretativamente hablando y con menos fuerza escénica que su odiada hermana Olivia de Havilland, tardó en salir de su zona de comodidad actoral, hasta casi rozar o tocar por momentos el temible encasillamiento dentro de una carrera plagada de altibajos. Intentó desligarse de sus papeles de ''mosquita muerta'', con algunos retos artísticos que se alejaban de su cándida imagen cinematográfica habitual, como por ejemplo, el personaje que desarrolló en ''El bígamo''. En general, no tuvo los grandes papeles de lucimiento que sí le ofrecían a Olivia, ambas rivalizaban por los mejores roles femeninos de la industria cinematográfica americana. Fontaine terminaría refugiandose en el teatro y en el medio televisivo hasta su retirada definitiva.


Olivia y Joan, tuvieron una relación complicada desde la niñez, en la cual, ambas se peleaban por el respeto y cariño de su madre, que había sido también actriz. Su progenitora tenía especial predilección por Olivia, solamente a ella le permitió quedarse con De Havilland como apellido artístico. Una vez, que ambas ya habían conseguido ser actrices profesionales, la tirantez y la rivalidad habitual de su relación fraternal se acrecentó. A raíz del Oscar de Joan por ''Sospecha'' en la ceremonia de 1942, Olivia que esa noche también estaba nominada por ''Si no amaneciera'', le hizo la cruz definitivamente a su hermana y desde ese momento, su debilitada unión familiar se rompió. Éste no fue el único incidente sonado en las ceremonias de los Oscar, posteriormente, en 1947, cuando Olivia ganó por fin su primer Oscar por su magnífica interpretación en ''Vída íntima de Julia Norris'', se negó a aceptar la felicitación de su hermana, el enfado se debía no solamente a su relación ya deteriorada de por sí, si no también, a unas desafortunadas declaraciones públicas de Fontaine sobre el primer marido de Olivia. Toda una vida de amargos enfrentamientos y reconciliaciones temporales, hasta que en 1975, debido al funeral de su madre, rompieron definitivamente el limitado contacto que les quedaba. Fontaine acusó a De Havilland de no avisarla de la fecha del funeral, por su parte, Olivia aseguraba lo contrario y añadiendo, que simplemente su hermana menor declinó asistir. Una relación familiar explosiva, que ha alimentado titulares desde los comienzos cinematográficos de estas dos irrepetibles actrices.

sábado, 14 de diciembre de 2013

''El asunto del día'' (George Stevens, 1942)


Para mí, George Stevens es una de las figuras más fascinantes y dignas de estudio del cine clásico americano. Tras unos inicios en los que hizo todo tipo de cine fundalmentalmente en la RKO (incluída una primera etapa como ayudante de cámara en los cortos de El gordo y el flaco) con una clara preponderancia de comedias de alta escuela, la carrera de Stevens dio un brusco giro tras su alistamiento como voluntario en la II Guerra Mundial y sobre todo tras presenciar y filmar los horrores cometidos en el Campo de Concentración de Dachau.

Gran parte de las horribles imágenes documentales de los campos de exterminio nazi que aún se conservan fueron filmadas por la cámara de George Stevens. Este hecho supuso que tras su incorporación a la vida civil, una vez concluída la Gran Guerra, el cine de Stevens evolucionará hacia un tono más sombrío y pesimista. Las comedias costumbristas dejaron paso a películas de tono nostálgico y a profundos y negros dramas humanistas, en los cuales Stevens dejaba poco resquicio para la esperanza.


''El asunto del día'' fue una de las últimas comedias del genial director americano. Lo primero que llama poderosamente la atención del film es su espléndido e irrepetible reparto, pues la cinta está protagonizada por un trío de excepción: Cary Grant, Jean Arthur y Ronald Colman, a los cuales les acompañan una corte de secundarios de lujo del Hollywood clásico. El tono de la película recuerda y mucho (y no sólo por la presencia de Jean Arthur como protagonista femenina) al cine idealista de profundas convicciones civicas de Frank Capra así como a las ácidas comedias de elevado contenido social de Gregory La Cava.

Porque como en las mejores películas de Capra o La Cava, la película ostenta un intenso mensaje crítico en contra de los vicios y corruptelas imperantes en las instituciones y círculos de poder instaurados, en este caso, en una bucólica ciudad estadounidense que sirve de microcosmos en el que verter la idiosincrasia imperante en el país, así como la intolerancia e hipocresía existente en una América que aún ponía en duda su participación y papel en la II Guerra Mundial. Igualmente la cinta lanza una inteligente metáfora acerca de la compleja línea que delimita los caminos de la justicia en una sociedad corrompida por arcaicos y graníticos convencionalismos que otorgan el mejor premio a las actitudes más sinuosas y deshonestas castigando por el contrario las posturas más cándidas y decentes.


Este mensaje inserto en la trama conforme avanza el metraje otorga al film unas sorprendentes gotas melodramáticas, en las que incluso hay espacio para que broten del seno de las mismas, los esquemas paradigmáticos del cine clásico de suspense (ésto es, la trama clásica de la lucha por defender la inocencia de un falso culpable). Todo ello es encajado con la precisión de un cirujano por Stevens dentro de los axiomas de la comedia sofisticada de los años cuarenta gracias a la utilización del típico recurso cómico de recurrir a una historia de situación y confusión de personalidades, muy habitual por ejemplo en las posteriores comedias de Rock Hudson y Doris Day (como por ejemplo, ''Pijama para dos'' o ''Confidencias de medianoche'').


Para poner la guinda al pastel, la cinta del mismo modo teje un poderoso triángulo amoroso trazado a través de una maravillosa fábula romántica de enredo en la que la avispada protagonista femenina, la cual como no podía ser de otra manera, es una mujer dotada de una fogosa personalidad que arrasa y enamora a todo bicho viviente (sólo como Jean Arthur sabía plasmar en pantalla), se enamora y se encuentra por tanto en la encrucijada de tener que elegir entre el guapo desgraciado e injustamente perseguido amigo del cual ha estado enamorada desde su más tierna infancia y cuya defensa y protección se ha asignado como principal misión o elegir entre el recién llegado inquilino, ésto es, un maduro, erudito y aburrido profesor de Derecho, para el cual en principio la dotrina promulgada en las leyes escritas en los manifiestos legislativos imperan sobre el instinto y el sentido común.

La cinta comienza con la evasión de la cárcel del pueblo en el que se sitúa la trama, Leopold Dilg (Cary Grant) un trabajador de la factoría que mantiene el motor económico del pueblo que había sido encarcelado injustamente al ser acusado de provocar el incendio de la fábrica, el cual provocó la muerte del Gerente. En su desesperada huida Leopold, se refugia en casa de Nora (Jean Arthur), una antigua amiga de la infancia secretamente enamorada de Leopold. Sin embargo, a la apartada casa de campo de Nora arribará Michael Lighcap (Ronald Colman) un afamado y gris profesor de Derecho, que ha alquilado una habitación de la casa de Nora, para pasar tranquilamente el verano estudiando, para poder optar así a un puesto en el Tribunal Supremo.

Si bien Nora iba a abandonar la casa con la llegada del nuevo inquilino, la necesidad de propiciar un refugio en el ático de la casa para de este modo esconder al desgraciado Leopold, con objeto de poder ganar tiempo suficiente para obtener las pruebas necesarias para demostrar la inocencia de su amado, obligan a Nora a permanecer en la casa, ofreciéndose como asistenta al magistrado Michael. Igualmente un encuentro fortuito entre Michael y Leopold obligará al evadido a adoptar la personalidad del ficticio jardinero de la casa. Conforme pasa el verano, se establecerá una sincera relación de amistad entre Michael y Leopold, los cuales se enamorarán de la bella Nora, la cual además de tener que elegir entre uno de los dos pretendientes, pondrá todo su empeño en desenmascarar al verdadero culpable del incendio de la fábrica.


Sin embargo, la publicación de la foto del fugado en el periódico de la localidad, desenmascarará la auténtica personalidad de Leopold, poniendo ésto a Michael en la encrucijada de tener que elegir entre denunciar al evadido para cumplir con su deber de futuro magistrado de la Corte Penal o ayudar a su amigo a demostrar que no es el auténtico culpable de los hechos que se le achacan. Decidirá seguir siendo un hombre gris carente de sentimientos o el despertar del amor harán brotar en Michael los sentimientos humanos que parecía carecer a su llegada a la casa?

Con estos mimbres, Stevens construyó una comedia deliciosa, poseedora de un ritmo dinámico y emocionante y sobre todas las cosas, terriblemente entretenida, la cual huele a Hollywood dorado en cada plano que la forma. Llama la atención el papel de Cary Grant, ya que aunque la cinta se produjo en el momento de mayor brillo artístico del actor británico, Grant juega un papel secundario en el devenir de la trama, siendo un espléndido Ronald Colman, el que sostiene con una interpretación hipnótica el peso de la cinta junto con la maravillosa Jean Arthur. Como seña característica de Stevens, además de los intérpretes, el otro protagonista de la historia, es sin duda, la casa en la que acontece la epopeya, a la cual Stevens dota de un espíritu esencial para que fluya el relato.

Sin duda, ''El asunto del día'' es una de las películas, tanto en espíritu como en diálectica, más Caprianas de la Historia del Cine. Stevens edificó una bonita e inspiradora historia romántica, en la que se nota claramente la influencia de los grandes maestros de la comedia clásica americana de los años treinta y cuarenta. Un magnífico y recomendable testamento póstumo de una forma de hacer cine que se extinguiría en pocos años como consecuencia de la amargura que se instauró en el alma de los autores americanos que participaron en la II Guerra Mundial.



Por Rubén Redondo.

martes, 10 de diciembre de 2013

Centenario Vivien Leigh: ''The Deep Blue Sea'' (1955)


 En esta ocasión, nos detenemos a comentar, una de las películas más desconocidas de Vivien Leigh, que no resulta fácil de hallar, ''The Deep Blue Sea'' (1955), primera adaptación cinematográfica de la obra de teatro del dramaturgo británico Terence Rattigan, titulada ''Un profundo mar azul'', que conoció una versión más actual, con Rachel Weisz en el papel femenino principal, de nombre Hester, una mujer casada que se enamora de manera destructiva de su amante, al desarrollar una fuerte dependencia tanto emocional como física.


Anatole Litvak y Terence Davies se hacen cargo de trasladar a la gran pantalla una obra poco acessible por su densidad argumental debido a su carácter marcadamente introspectivo, ambos dirigen con gran sobriedad, pero a título personal, en la más clásica encuentro una cierta frialdad imperante e irregularidad en su conjunto, que sin embargo, en la revisión más reciente del mismo material, aunque subyace una sequedad latente, en general, la encuentro más apasionada y desgarradora narrando ese romance prohibido y adúltero, que no tiene ningún futuro, a su vez, hábilmente, el realizador envuelve la historia en una atmósfera melancólica y deprimente que resulta cautivadora.


 Pese al demostrado oficio de Litvak para dirigir melodramas, Davies, es más capaz de profundizar en los conflictos internos y sentimientos de Hester y por extensión, reflexiona sobre la fragilidad del amor. Por consiguiente, mientras que Litvak firma un melodrama rutinario plano, Davies consigue extraer mucho de la sencilla premisa inicial, convirtiendo esta historia, por momentos, en auténtico cine y dolor. La película de Davies se sirve de un ritmo excesivamente pausado, que puede llegar a desesperar al espectador menos acostumbrado a este tipo de largometrajes. Pese a sus visibles altibajos, es una cinta que me dejó la sensación de que merecía la pena, sobre todo por determinados momentos inspirados, donde las emociones de la pareja principal, traspasan la pantalla. Pero, especialmente, ambas películas, se sustentan, en estupendas interpretaciones de dos actrices que son ideales para papeles de mujeres frágiles, las intensas Vivien Leigh y Rachel Weisz.

En definitiva, esta versión de ''The Deep Blue Sea'' de 1955, es una correcta película para admiradores incondicionales de Vivien Leigh, entre los que me incluyo. 

jueves, 28 de noviembre de 2013

''El fuego y la palabra'' (Richard Brooks, 1960)

 

Virtudes públicas, vicios privados



 Para situar a Richard Brooks, hay que decir que pertenece a ese grupo de directores como Elia Kazan, Nicholas Ray o Robert Rossen que comenzaron a cuestionar el clasicismo cinematográfico estadounidense, bien desde propósitos puramente estilísticos, bien atreviéndose a contar historias más complejas y amargas pobladas de perdedores, mentirosos o cínicos, tratando de mostrar los lados oscuros del país o articulando simplemente una aproximación más realista que sus antecesores hacia el tema tratado.


El fin de la era de los grandes estudios hizo posible que muchos directores optaran por escribir y filmar sus propios guiones o por adaptar textos literarios afines a su ideología o que tratan temas de sus interés. Richard Brooks, se distingue por haber adaptado con bastante acierto importantes obras literarias como ''La gata sobre el tejado de Zinc'' de Tennessse Williams, ''A sangre fría'' de Truman Capote o como el caso que nos ocupa ''Elmer Gantry'' de Sinclair Lewis…

Ceremonia de los Oscar de 1961, en la cual, Lancaster ganó como Mejor actor por ''El fuego y la palabra'' y Elizabeth Taylor recibió su primer premio de la Academia como Mejor actriz por ''Una mujer marcada''.

Es Brooks un cineasta que se distingue por sus brillantes y densos diálogos y por el intenso tono que imprime a las historias que filma… Son estos unos rasgos que aparecen en la película, donde “la palabra” es literalmente el motor de la historia. La película podría haber caído en la tentación de desarrollarse como fácil panfleto antirreligioso y de de denuncia de los predicadores, algo por otra parte completamente ajeno al hombre europeo; sin embargo muestra con habilidad las aristas de los personajes con un soberbio Burt Lancasteren el papel de Elmer Gantry, que por otra parte parece haber sido escrito para él, no en vano le hizo merecedor de un Oscar como actor protagonista, este magnífico actor componen con una fuerza apabullante su personaje a través de su desatada verborrea y sus carcajadas… personaje cargado de cinismo y ambigüedad no cae sin embargo nunca en el patetismo puesto que refleja una dualidad tan atractiva como desconcertante.

Shirley Jones también se llevó un Oscar por su gran trabajo en ''El fuego y la palabra''.

Brooks tiene la gran virtud de aunar una historia grandilocuente, mostrativa, con una fuerte carga crítica hacia la sociedad estadounidense de principios del siglo XX con dos historias de tono sentimental que tienen en común a la figura de Elmer Gantry-Burt Lancaster de un lado la historia que mantuvo en el pasado con Lulu Bains-Shirley Jones, que representa el lado oscuro del falso predicador y del otro la esperanza de una historia de amor redentora que representa la figura de Jean Simmons-Sharon Falconer… No debemos olvidar en la descripción de los personajes a la figura de incisivo y escéptico periodista que incorpora Arthur Kennedy interpretando a Jim Lefferts.


En el plano técnico la película es también excepcional, la fotografía a cargo de John Alton (esta sería su última película) que logra una estupenda fotografía de rasgos expresionistas con la presencia de unos colores muy saturados, pero matizados por una oscuridad que se acopla perfectamente al tono dramático de la historia… también fundamental la potente partitura de Andre Previn, que realza (a veces bien es cierto que en exceso) los acontecimientos que se van sucediendo a lo largo de la película.

Muy pero que muy recomendable película, una de las mejores de su autor, de una intensidad y un ritmo formidables, una película que no dejará a nadie indiferente.

NOTA: 9.

Texto escrito por Juan Murillo Bodas.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Centenario Vivien Leigh: ''Un tranvía llamado deseo'', personajes a la deriva

Resulta complicado analizar en profundidad, la trayectoria artística de un autor magnífico e irrepetible como fue Tennessee Williams, generalmente, poseedora de una densidad e intensidad apabullantes, que puede dejar sin aliento al espectador menos acostumbrado a cintas de tanto calado emocional. Sin duda, las constantes de sus textos, reinciden en el deseo a múltiples niveles y en un incesante estudio de la complejidad del ser humano. Sus personajes, son seres perdidos, desdichados y complejos.



 ''Un tranvía llamado deseo'', realiza una amarga y fascinante radiografía del ser humano, personajes a la deriva que no encuentran su lugar en el mundo, especialmente, una desdichada Blanche DuBois, incapaz de reconocer sus propios problemas, vive en una burbuja de fantasía, en su propio mundo, como una niña enjaulada, una Alicia ya madura que sueña con el País de las Maravillas. Al quedarse sin dinero, no tiene más remedio que instalarse en la casa de su hermana menor que hace un tiempo que no ve, pero allí chocará con el animal, miserable y rudo Stanley Kowalski, pareja de su pariente, que la atormentará constantemente. Mientras que Blanche es refinada, soñadora y frágil, Stanley supone su antítesis, inculto, agresivo y manipulador, le molestan sobremanera los aires de grandeza y el gran nivel intelectual de su cuñada, a él de naturaleza primitiva, le irrita que lo dejen en evidencia. Tennessee Williams lleva a cabo una incisiva reflexión sobre las clases sociales, a través de impagables batallas dialecticas, se sirve de Blanche y Stanley, dos polos opuestos tanto socialmente como en personalidad, sus brutales y trascendentes conversaciones son el eje central de la trama, lo que hace a esta película, enorme, principalmente, son sus deslumbrantes interpretaciones y la magnífica profundidad y riqueza de un material, que es considerado, la obra cumbre del dramaturgo (aunque la mayoría de sus obras son recomendables, bajo mi punto de vista, su pluma ha estado más inspirada, en la que nos ocupa en esta ocasión, ''De repente, el último verano'' y ''La gata sobre el tejado de zinc'', tres joyas indiscutibles). En medio de tanta tensión en el ambiente, está la sumisa Stella Kowalski, hipnotizada por la poderosa sensualidad de su apuesto marido y su dominante personalidad, mantienen una relación de dependencia emocional y física muy peligrosa, en la cual, Stella soporta continuamente lo indecible: maltratos, humillaciones, etc.


''Un tranvía llamado deseo'' mantiene una atmósfera asfixiante y de continua tensión, en la cual, extrae las miserias de sus personajes con gran pasión, mordacidad y desgarro. Como suele ser habitual en las obras de Tennessee Williams, hay un universo de personajes muy ricos en matices y unos diálogos maravillosos y profundos. El capitán del barco es Elia Kazan que realiza una dirección impecable y muy medida, especialmente en el aspecto interpretativo de la cinta, este cineasta es un maestro en la dirección de actores, no obstante, como es bien conocido por la mayoría, fue profesor del Actor's Studio. Para la versión cinematográfica de ''Un tranvía llamado deseo'' se contó con el mismo reparto y el mismo director de la obra original que fue representada en las tablas de Broadway, simplemente cambiaron a la protagonista de Jessica Tandy a Vivien Leigh, se rumorea que por imposición de los productores, que creían que el plantel de intérpretes eran demasiado desconocido y querían una estrella en el papel estelar. Se comenta que el propio Kazan tenía sus dudas sobre la elección de Leigh, aunque posteriormente tanto Tennessee Williams como el irascible Marlon Brando alabaron su interpretación. Vivien como actriz, era lo opuesto a lo que se inculcaba supuestamente en el Actor's Studio, la espontaneidad frente a la técnica, pero se terminó acoplando al meticuloso método de trabajo de sus compañeros.


Vivien Leigh, crea un personaje antológico, el mejor de su carrera, que le supuso su segundo Oscar. Un personaje con múltiples aristas, con constantes cambios de humor, imprevisible, intenso... Es de ese tipo de papeles, en los que cualquier actriz con tendencia al exceso actoral podría no resultar creíble y terminar realizando una caricatura, ya que bordea la exageración, Vivien mantiene un admirable control interpretativo, nunca carga las tintas, a pesar de ser un personaje de gran inestabilidad emocional. Su retrato de Blanche DuBois es valiente, emocionante, cautivador y estremecedor, en definitiva, está extraordinaria dentro de una interpretación que transmite autenticidad por los cuatros costados, a pesar de la procedencia teatral de dicha película. Se cuenta que la propia Vivien, creía que este papel fue el detonante de sus problemas mentales. Lo cierto, es que queda claro, que es un personaje al cual le tenía cogido el punto exacto, al haberlo representado con anterioridad en las tablas londinenses bajo la dirección de su marido Laurence Olivier, el cual, estaba constantemente en el rodaje del film de Kazan, para asesorarla y apoyarla, ante el temor de una de sus recaídas habituales.



Marlon Brando que había debutado poco antes, en la gran pantalla con ''Hombres'', consiguió con la adaptación cinematográfica de ''Un tranvía llamado deseo'' dar un golpe en la mesa y se convirtió en un actor a seguir tras una prometedora trayectoria teatral, un estupendo intérprete de método con una indomable fuerza escénica combinada con su evidente atractivo sexual, dos rasgos que le abrieron las puertas de Hollywood y lo catapultaron a la fama, él de carácter complicado, huidizo y rebelde, nunca llegó a sentirse cómodo con su estrellato y con la industria en general, de hecho, como es de sobra conocido, sólo fue a  recoger uno de sus dos Oscars, el de ''La ley del silencio'', de manos de la legendaria Bette Davis, pero aún así, ese día, se sentía como un pez fuera del agua, como él mismo aseguró. Esta bestia parda de la interpretación, dejó impresionados a todos con su feroz y magistral retrato de Stanley Kowalski, un tipo detestable que sentimos como cercano. Fue nominado por primera vez a un premio de la Academia. Por mucho, que podamos comprender la mala actitud de Stanley debido a su poca cultura, lo cierto, es que a título personal, me resulta imposible defenderlo, ante el poco tacto y sensibilidad que demuestra al relacionarse con una desquiciada Blanche, que sí, es un personaje que puede poner un poco de los nervios por su inestabilidad mental y sus aires de gran dama sureña, pero es digna de compasión y respeto, como cualquier ser humano. En definitiva, estamos ante una incontestable obra maestra (calificativo, que no empleo con mucha frecuencia), que se ha representado en el teatro en multitud de ocasiones, recientemente tanto la compatriota de Vivien, Rachel Weisz como la versátil actriz australiana Cate Blanchett han dado vida a Blanche DuBois (se podría considerar que ésta última por partida doble, no solamente en las tablas, si no también, en su reciente personaje de Blue Jasmine en la nueva cinta de Woody Allen, tiene reminiscencias con este voluble personaje, sobre todo en su derrumbamiento emocional).

 

domingo, 17 de noviembre de 2013

''El buscavidas'' (Robert Rossen, 1961)

THE HUSTLER (EL BUSCAVIDAS, 1961)

Amarga y lírica crónica de la soledad, el desamparo y la derrota.



 Espléndida película del magnífico director y guionista estadounidense Robert Rossen, adaptación al cine de la novela homónima de Walter Tevis realizada por él mismo y Sidney Carroll. Rossen, que ya había colaborado como guionista en sobresalientes películas como The Roaring Twenties (Los violentos años veinte, 1939) de Raoulh Walsh oThe Strange Love of Martha Ivers (El extraño amor de Martha Ivers, 1946) de Lewis Milestone, dirigió también otras importantes películas como Body and soul (Cuerpo y alma, 1947) y “All the King's Men” (El político, 1949) aunque apenas dirigió diez películas debido a sus problemas con las listas negras del senador Joseph Raymond McCarthy y el boicot de los estudios hacia su trabajo. The hustler, que significa literalemente: jugador- estafador en la jerga slang del inglés estadounidense es una película mítica, especial, que por una lado está construida con gran verosimilitud y por otro muestra a los espectadores esa verdad cinematográfica que está al alcance de pocos directores y que siempre hace las delicias de los buenos aficionados al cine.



Visión amarga, pero no decadente ni moralizante de la vida urbana y sus suburbios, ambientada en escenarios típicamente estadounidenses bañados de alcohol, denso humo y con el ruido de bolas del billar chocando y la excelente banda sonora en clave de jazz de Kenyon Hopkins, la película posee un ritmo fluido que atrapa perfectamente las peripecias de unos personajes que, aunque arquetípicos están llenos de matices, para ello Rossen monta la película empleando con profusión el encadenado en su primera parte, para luego hacerla avanzar mediante unos lacónicos diálogos que ilustran a la perfeccción las ambiguas relaciones que se producen entres los personajes, configurando ese mundo cuyas características principales son la resignación y la melancolía. Hay además de esto una plasmación de la violencia interior que atormenta a los personajes que se puede percibir en su forma de mirar, esta violencia puede ser a veces más hiriente que una violencia explícita.



 Mención especial para la puesta en escena y la fotografía a cargo del maestro Eugene Shuftan, colaborador de Fritz Lang en los efectos visuales de Metrópolis, 1927 y auténtico innovador en el tratamiento de la imagen cinematográfica y que filma con gran sobriedad y precision en un blanco y negro con predominio de los grises y de la luz blanca unos escenarios geométricos como si los personajes fueran parte natural del espacio… Además de todo ello, los actores (estupendamente dirigidos) están perfectos en sus papeles, Paul Newman, Piper Laurie, Jackie Gleason y George C. Scott, importante contribución de todos los actores secundarios de la película… El buscavidas, a medio camino entre el cine negro y el drama psicológico sin decantarse por ninguno de los dos géneros, no es una película sobre el billar o el juego sino que se sirve de ello para hablar de la vida con mayúsculas, de la existencia de unos seres que se mueven sin rumbo fijo y sin futuro(sólo con presente) por las calles, bares y parques de la ciudad… una línea del diálogo ilustra esto perfectamente esto, Sarah Packard (Piper Laurie) le dice a Eddie Felson(Paul Newman) en el apartamento que comparten : ¿qué haremos cuando se acabe el alcohol y el dinero? sin obtener una respuesta satidfactoria, porque no existe. En fin, uno de las películas clásicas estadounidense por derecho propio y una obra que se irá revalorizando con los años. ¡Que suerte el que aún no la haya visto!, no dejen de verla.


NOTA: 10. 


 Por Juan Murillo Bodas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Centenario Vivien Leigh: ''La primavera romana de la Sra. Stone'' (1961), pavor a la soledad y la vejez


 Recientemente, se cumplieron 100 años del nacimiento de la inmortal e intensa actriz Vivien Leigh, para recordarla, nos detenemos en una de sus últimas películas ''La primavera romana de la Sra. Stone'', donde una Vivien de mediana edad (de hecho, fallecería 6 años después a causa de una tuberculosis), vivía el ocaso de su carrera, luchando contra unas prolongadas enfermedades, tanto físicas como mentales. En esta ocasión, da vida a Karen Stone (en su segunda colaboración con el magnífico dramaturgo Tennessee Williams, tras ''Un tranvía llamado deseo''), una mujer madura con rasgos similares a su inolvidable Blanche Dubois (seres frágiles e inestables, con un terrible pavor a la soledad y a la vejez).
La trama presenta ligeros parecidos con ''Dulce pájaro de juventud'' y con ''El crepúsculo de los dioses'', a grandes rasgos, porque sus personajes protagonistas femeninos son actrices que han sido grandes y que ahora deben aceptar el inevitable paso del tiempo, que supone el declive tanto artístico como personal, además de entretenerse durante la última etapa de sus vidas, con la compañía de hombres más jóvenes. Pero fundamentalmente, las tres cintas, tratan dos temas de gran hondura, que preocupan especialmente al sector femenino, la soledad y la vejez.


En los años 60, Tennessee Williams ya estaba inmerso en su declive artístico, escribiendo obras menores, la otrora brillantez de sus textos, había dado paso a escritos más irregulares. Las malas críticas recibidas en aquella época, supuestamente empujaron al dramaturgo a las garras de los calmantes y las drogas.
Desde aquí, me gustaría confesar que siento una gran fascinación por su valioso legado artístico, era un autor muy intenso y desgarrador, con obras realmente profundas y que destilaban una inconfundible pasión y densidad, plagadas de personajes complejos y a la deriva. Bajo mi punto de vista, sus obras más grandes son ''Un tranvía llamado deseo'', ''De repente, el último verano'' y ''La gata sobre el tejado de zinc''.
''La primavera romana de la Sra. Stone'' es su primera novela, hasta entonces, había hecho obras teatrales que posteriormente se adaptarían al medio cinematográfico. José Quintero, cineasta debutante pero curtido como realizador teatral en Broadway, se encargó de dirigir la que terminó siendo su única película terminada, su puesta en escena convierte el resultado final en algo demasiado rutinario y plano, a pesar del buen material de partida del que se nutrió. Merece la pena, por el trabajo de Vivien Leigh, que lo resuelve con su solvencia habitual, a pesar de ser un personaje que reincide en las dolorosas similitudes, que hay entre ese rol y el período que atravesaba en su vida. Warren Beatty, en su retrato de gigoló italiano, resulta soso, pero es un actor que no suele convencerme. La cinta, resulta ser de las menores en la filmografía de Leigh, se ve lastrada por su convencionalidad y por su evidente carencia de una mayor profundidad (los personajes quedan dibujados como leves esbozos, son clichés andantes, no se ahonda lo suficiente en sus conflictos internos, algo en lo que el Williams de antaño resolvía con gran maestría). Asistimos al discurrir de las escenas, sin grandes apasionamientos. Otro de los principales problemas, es el desequilibrado dúo protagonista (en cuanto a talento y falta de química, se refiere), mientras que Vivien realiza una discreta actuación aunque con su entrega característica, Beatty resulta tremendamente inexpresivo y flojo. Mientras que con Marlon Brando era todo lo contrario, resultaban un tándem explosivo en ''Un tranvia llamado deseo'', pero cuando se enfrentan dos fieras interpretativas como ellos dos, lo lógico, es que den lugar a momentos antológicos, como así ocurrió. En resumen, ''La primavera romana de la Sra. Stone'', presenta un conjunto descafeinado e irregular, sólo apto para admiradores de esta imperecedera actriz, para el resto, será seguramente una considerable pérdida de tiempo. 


Se cuenta que, Warren Beatty (en su primera intervención importante cinematográfica) consiguió el papel haciendo un viaje relámpago a Roma para ver a Tennessee Williams (el dramaturgo pasaba largas temporadas en Italia), durante el trayecto leyó un manual de italiano y doró su piel con crema autobronceadora. Cuando llegó al hotel en Roma, le envió una misiva a Williams junto con un vaso de leche, que decía "Estoy a su disposición. Paolo" (en referencia al nombre de su personaje, un gigoló italiano). Williams, divertido con su ocurrencia, le concedió el papel instántaneamente.


Vivien Leigh, de apariencia frágil, expresivos ojos verdes y belleza casi infantil, intérprete auténtica donde las haya, tuvo una trágica existencia, marcada por sus problemas de salud, que le impidieron desarrollar una carrera más longeva tanto en el teatro como en el séptimo arte, falleciendo prematuramente con 53 años en 1967. Sin duda, fue una de las grandes del Hollywood dorado, no solamente por su talento descomunal, si no también, por su deslumbrante y cálida belleza. Precisamente, a ella le preocupaba mucho, ser valorada más por su agradable apariencia física que por sus innegables cualidades interpretativas.
Siempre será más recordada por el papel que la convirtió en una estrella Escarlata O'Hara, pero a título personal, su Blanche DuBois me parece su interpretación más lograda, estremecedora y compleja, de esos personajes que son todo un reto para cualquier actriz, no solamente por la dificultad de desempeñarlos y hacerlos creíbles, si no, por el riesgo de caer en la caricatura al representar a una mujer inestable emocionalmente, Vivien nunca cargó las tintas, dejó deslumbrados tanto a Tennessee Williams como a Marlon Brando, ambos llegaron a afirmar, que era la mejor Blanche. Se fusionó tanto con ella, que culpaba a este personaje de haberle afectado mentalmente.


Publicado originariamente en Clasicosis.com

miércoles, 30 de octubre de 2013

''No me digas adiós'' (Anatole Litvak, 1961)



Este estupendo melodrama dirigido por el discreto pero estimable director Anatole Litvak (''El cielo y tú'' y ''Nido de víboras'', me parecen sus películas más sobresalientes), con una hábil mano para este género generalmente de corte romántico, cuenta en esta ocasión, bajo sus órdenes, con un estimulante trío de protagonistas (Ingrid Bergman una actriz magnífica e insobornable, la podríamos definir perfectamente como una estrella europea atípica más interesada en formar parte de buenas películas de cualquier nacionalidad que en el salario que vaya a recibir, Anthony Perkins, un buen actor que convivió durante toda su carrera bajo la alargada sombra de su icónico Norman Bates e Yves Montand, otro intérprete competente), que conforman en pantalla, el clásico triángulo amoroso que suele dar mucho juego a nivel cinematográfico y ésta no es la excepción, ya es que un filme que te atrapa y enamora poderosamente. Lo que empieza siendo un melodrama menor y rutinario, acaba alcanzando altas cotas de excelencia, en un in crescendo cautivador e imparable hasta el final. La cinta está basada en la novela de Françoise Sagan ''Aimez-vous Brahms''.


Una infeliz mujer de mediana edad, que vive una relación consumida por la habitual y tóxica rutina, un romance abierto con un desenlace incierto, motivado por el tedio y la ausencia de sinceridad total, su compañero sentimental es un despreocupado mujeriego, más interesado en alternar con otras féminas que en estar pendiente realmente de ella. Su latente soledad e insatisfacción, la llevará a buscar nuevas emociones en un hombre más joven, con él vivirá un apasionado affaire, ya que supone, la antítesis de su actual pareja: encantador, jovial, soñador, con la alegría de vivir que tanto anhela y necesita. La acción se desarrolla en un París melancólico, el filme cuenta con una preciosa fotografía en blanco y negro y una gran banda sonora a cargo de Brahms. Paula (Ingrid Bergman) se debate entre dos amores: uno maduro que no le ofrece la estabilidad que necesita pero al que se siente irremediablemente atada, aunque sabe internamente que no cambiará su ''modus operanti'' y que no la ama tanto como desearía y el otro joven, el romance ''prohibido'', el que no es bien visto en la sociedad que le rodea y que alimenta injustos comentarios maliciosos, pero se nota que es el que verdaderamente la ama, sin egoísmos ni reservas. Digamos, que está en medio de dos caminos, uno es el arriesgado y el otro es el facilón, para saber cual escogerá, tendreis que verla.


 Anthony Perkins de aspecto peculiar y frágil, realiza un trabajo impecable, un personaje muy distinto al que le hizo más famoso, el perverso Norman Bates, un ser bondadoso, enamoradizo y alegre, demostrando una gran versatilidad, su labor merecidamente fue premiada en el Festival de Cannes y con el David di Donatello, es sin duda, una de las mejores y más sutiles interpretaciones que ha hecho, su vulnerabilidad te hace enternecer, es como un niño grande en busca de cariño. Tanto él como Ingrid Bergman, están estupendos. Todos estos elementos y algunos más (una ajustada y eficaz dirección de Litvak, por ejemplo), contribuyen a crear una cinta delicada, descorazonadora y hermosa, que navega entre la melancolía, la desesperanza y la apatía más evidente. Una grata sorpresa, en definitiva. De esas joyas ocultas, que se encuentran con poca frecuencia. 


Imprescindible para admiradores de la maravillosa Ingrid Bergman, del inclasificable Anthony Perkins y para seguidores del mejor melodrama. Además, es una muestra más, de la solvencia (o gran eficacia) como cineasta del infravalorado y bastante desconocido Anatole Litvak, que si bien, no fue un grande del viejo Hollywood, sí realizó algunas películas notables.     

viernes, 25 de octubre de 2013

''Cara de ángel'' vs. ''Buenos días tristeza''

Cara de Ángel y Buenos días, tristeza: dos caras de una misma moneda

Dentro de la variada filmografía del gran Otto Preminger existen dos películas que aunque pertenecen a géneros muy diferentes poseen bastantes puntos en común: Cara de Ángel (Angel Face, 1952) y Buenos días, tristeza (Bonjour tristesse, 1958). Estas coincidencias residen en algunos aspectos argumentales pero sobre todo en el personaje central, Dianne (Jean Simmons) en el caso de la primera y Cécile (Jean Seberg) en la segunda, dos visiones bastante interesantes del mito de Electra, aunque muy parecidas con algún aspecto diferente también.
     

  1.      Cara de Ángel: crónica de una mente perturbada


 Cara de Ángel (Angel Face, 1952) parte de un guión de Frank Nugent y Oscar Millard basado en un argumento de Chester Erskine, uno de los personajes más polifacéticos del Hollywood de la época: discreto director de cine comercial (El Huevo y yo, 1947; Andocles y el León, 1952), fue sin embargo un destacable director y empresario teatral de espectáculos en Broadway y ejerció además labores de escritor, productor y guionista cinematográfico.
Aunque es considerada como una de las películas más importantes del cine negro americano, lo cierto es que se apunta también a una moda que existió en el Hollywood de la época por el cine psicológico, más concretamente por las teorías freudianas. Se realizan films dramáticos, policiacos o de terror (y alguna que otra comedia) en los que los personajes principales suelen padecer traumas o conductas patológicas o esquizofrénicas provocadas por hechos del pasado, con frecuencia relacionados con trágicos sucesos acaecidos durante la infancia o con traumáticos conflictos en los que aparece siempre la figura del padre o de la madre. Esta moda que como digo surgió a mediados de los años 40 ha llegado hasta prácticamente nuestros días y ha dado lugar a grandes films como Recuerda (Spellbound,1945 Alfred Hitchcock), A través del espejo (The Dark Mirror 1946, Robert Siodmak), Secreto tras la puerta (Secret Beyond the Door, 1947, Fritz Lang De repente…el último verano (Suddenly, Last Summer, 1959, Joseph L. Mankiewicz), ), Psicosis (Psycho, 1960, Alfred Hitchcock), ¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962, Robert Aldrich), Marnie La Ladrona (Marnie, 1964, Alfred Hitchcock),  Vestida para matar (Dressed to Kill, 1980, Brian de Palma) o El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991, Jonathan Demme); pero también grandes fiascos o truños inenarrables como Análisis final (Final Analysis, 1992, Phil Joanou), El color de la noche Color of Night,1994, Richard Rush) o las españolas, El asesino de muñecas (1975, Miguel Madrid) o Entre las piernas (1999, Manuel Gomez Pereira); eso sin contar algunos acercamientos más o menos desafortunados hacia la figura de Freud como Freud, pasión secreta (Freud, the Secret Passion 1962, John Huston), Elemental, doctor Freud (The Seven-Per-Cent Solution, 1976, Herbert Ross) o Un método peligroso (A Dangerous Method, 2011, David Cronenberg) y alguna que otra parodia simpática realizada por el inefable Mel Brooks como Máxima ansiedad (High Anxiety,1977). Por supuesto, el psicoanálisis forma parte fundamental del humor de Woody Allen desde el comienzo de su carrera como actor y director, así como de prácticamente toda la obra cinematográfica y teatral del gran Ingmar Bergman.
Así Angel Face combina con suma habilidad lo criminal con lo psicológico, dando como resultado una película más cercana al drama que el cine negro en sí. El film está protagonizado en sus papeles principales por una espléndida e inquietante Jean Simmons (Diane), estrella absoluta del film, y un inexpresivo y limitado Robert Mitchum (Frank Jessup), que parece llevar siempre una ropa dos tallas más grande, pero que sin embargo resulta eficaz y convincente en su papel de presunto “pardillo”, ya que debe representar a un sujeto bastante primario pero con mucho bagaje y al que resulta complicado manipular o tomar el pelo. Como tercero en discordia, nos encontramos con el gran Herbert Marshall, como el padre de Diane, un escritor en crisis que ha dado el “braguetazo” de su vida, contrayendo matrimonio con una mujer muy rica y que se pasa gran parte del tiempo en batín, gastando dinero sin ton ni son y sin dar un palo al agua. Su personaje tiene algunos puntos en común con el que interpretó en algunos dramas junto a Bette Davis como La Loba (William Wyler, 1941) es decir, un sujeto pusilánime y blando, sin mucho carácter y siempre a expensas de lo que ordenen y manden las mujeres de su entorno. 
El argumento es muy simple: Diane siente adoración por su padre y odia a su madrastra. Piensa que ha cambiado a éste– la culpa de su inactividad literaria -  y la película comienza con un intento de asesinato frustrado por parte de ésta que se queda en un mero accidente sin importancia.  A partir de aquí, Diane parece que se siente atraída por un conductor de ambulancias llamado Frank Jessup, que en principio parece que se deja querer por la chica. La relación que ambos mantienen se mueve siempre en la ambigüedad: ¿Está realmente Diane enamorada de Frank o sólo quiere manejarlo para conseguir implicarlo en el próximo intento de asesinato de su madrastra? ¿Es capaz de querer de verdad o sus sentimientos son producto del capricho? Y en el caso de Jessup, ¿Es tan tonto como parece o simplemente se está dejando manejar para conseguir así su sueño de poseer su propio taller de reparaciones de coches de carreras?
En ese sentido, la creación de Jean Simmons resulta asombrosa y espectacular, sobrecogedora y perturbadora en grado sumo - desde mi punto de vista, está de Óscar -, ya que refleja a la perfección con su interpretación los rasgos y conductas de una personalidad bipolar, que por un lado se siente “enamorada” de su padre y que desea librarse para siempre de su madrastra, pero por otro cree encontrar en Frank su tabla de salvación para cambiar y para conseguir ser mejor persona y madurar. Sin embargo, Jessup no se fía de ella, piensa que está completamente loca y duda de los sentimientos que dice sentir hacia él. No hace falta contar nada más ya que es fácil deducir que los acontecimientos se tornan cada vez más dramáticos y que la historia lógicamente no tendrá un final feliz.
No quiero dejar de destacar tampoco la banda sonora compuesta por el genial Dimitri Tiomkin que crea un tema principal que se repite obsesivamente a lo largo del film en diferentes versiones (orquestal, piano y orquesta, sólo a piano): la siniestra y triste melodía que Diane toca al piano cuando va a hacer de las suyas o cuando se siente frustrada o contrariada. La imagen de Jean Simmons al piano, la inquietante y oscura expresión de su rostro mientras suena la melodía, es fiel reflejo de su mente perturbada y dividida.
Quizá sí tendría que poner alguna pega al guión: estructurado en tres actos, considero que el segundo de ellos en el cuál se desarrolla un proceso judicial contra la pareja, resulta algo farragoso e innecesario, rompiendo en parte el clímax planteado al comienzo. En cuanto los personajes salen de la casa o del ambiente en el que se suelen mover, la película pierde algo de fuerza e interés. Afortunadamente, cuando el juicio concluye el film recupera el ritmo inicial así como la atmosfera malsana que se respiraba en el primer acto. En ese sentido, la realización de Preminger me parece encomiable pero, desde mi punto de vista, todo el apartado procesal se podía haber contado en elipsis y el film habría ganado en agilidad y no se habría roto toda la atmosfera claustrofóbica planteada hasta ese momento. Se pierde un poco la sensación de personajes enjaulados en un laberinto de pasiones, prisioneros de una relación autodestructiva y enfermiza, que afortunadamente se recupera durante el trágico desenlace de la cinta; un film perturbador e inquietante pero también profundamente triste y nihilista.



  2.      Buenos días, tristeza: las inquietudes de una niña caprichosa


  
En Buenos días, tristeza, Otto Preminger nos cuenta otra versión del mito de Electra. En esta ocasión el film resulta una adaptación bastante fiel de la novela homónima firmada por Françoise Sagan por parte del guionista Arthur Laurents; libro que se convirtió en una auténtico fenómeno editorial en su momento, en parte por la más que impactante personalidad de la Sagan pero también por el carácter autobiográfico de la obra, algo que forma parte de prácticamente toda su producción literaria.
En este film, Preminger y su guionista parece que optan por un argumento más cercano a la comedia dramática; es decir, no existen planes premeditados de asesinato por parte de la Electra en cuestión aunque comparte con Cara de Ángel, idéntico punto de partida: una chica joven de unos veinte años, Céline, interpretada con enorme naturalidad y frescura por Jean Seberg, está acostumbrada a vivir con su padre, un reputado publicista pero que es un auténtico vividor, que la lleva de viaje por todos lados, la deja hacer lo que quiere y la acostumbra a la buena vida, los casinos, las salas de fiesta o los veraneos en la Costa Azul. Desde que su esposa murió durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial, Raymond, interpretado de manera ajustada y convincente por el gran David Niven, no ha conocido pareja estable, sino que más bien le gusta picar de flor en flor, hasta que se aburre y busca una nueva. Esta personalidad tan libre y tan poco comprometida, apasiona a Céline que ve su padre un espejo en el cuál reflejarse. Por eso, cuando aparece en sus vidas la diseñadora Anne Larsson, bajo los rasgos de la correcta y sobria Deborah Kerr, dispuesta a casarse con Raymond, pretensión con la que éste parece estar de acuerdo, Céline la ve como una intrusa de la que conviene deshacerse lo antes posible.
En ese sentido, la interpretación de Jean Seberg resulta muy convincente ya que representa de manera genial a esa niña caprichosa que piensa que una mujer como Anne, tan puritana, recta y antigua  resulta una amenaza no sólo para su padre sino para el tipo de vida libertina que ambos están acostumbrados a vivir. A Céline no le importa en absoluto los ligues de Raymond, lo que le preocupa es que haya encontrado por fin una mujer que le haga sentar la cabeza.
Tampoco existe en este caso, amante a quién manipular, sino que el plan es realizado con la complicidad de un ex - ligue de su padre y un chico por el que se siente atraída sin más y que veranea cerca de su casa. Su plan resulta bastante inteligente y muy bien urdido pero también en apariencia se nos antoja del todo inofensivo ni que vaya a tener las consecuencias fatales en las que llega a desembocar. En ese sentido, comparado con las intrigas de Diane en Angel Face, resulta simpático, una travesura sin más; sus pretensiones de romper el compromiso de su padre están más cerca quizá de las estrategias que urdía Julia Roberts en La Boda de mi mejor amigo (My Best Friend's Wedding, 1997, P.J. Hogan). No nos enfrentamos por tanto con mente criminal alguna; ni siquiera Céline se nos presenta como una joven perturbada o confundida, sino más bien como una caprichosa que siente que todo su mundo de ocio y aventura se viene abajo por la aparición de una “bruja”. Su personaje provoca mayor simpatía que Diane porque es menos oscuro y perturbador, más “normal”.
En esta ocasión, Otto Preminger parece querer realizar un film a la europea, no sólo por las localizaciones (Paris, La Riviera Francesa) sino también por la estructura en la cual se desarrolla la trama, el tono con el que la historia está contada, la naturalidad de las interpretaciones (apreciadas en su versión original) y el envoltorio estético (fotografía, música).
Lo más destacable sin duda es el planteamiento estructural del argumento ya que la historia está contada en dos planos: uno, contado en blanco y negro y que describe el presente de Céline y Raymond; y otro, en color, que se centra en el pasado durante las vacaciones de ambos en una casa a pie de playa, en la Costa Azul. La parte en blanco y negro refleja la abulia, la tristeza y el remordimiento que siente la joven por algo terrible que, según ella, sucedió en el pasado. El grueso del film lo ocupa la parte en color que refleja la alegría de ambos durante esa época y la aparición de la diseñadora Anne Larson, como elemento perturbador, en sus vidas. La narración en color es interrumpida en breves ocasiones por la que acontece en blanco y negro hasta el desenlace de la cinta que concluye como comenzó en tonos grises y tristes.  
Céline se nos antoja como una joven alegre y muy moderna, bastante inmadura y voluble, mientras que Diane en Angel Face resulta una joven introvertida, misteriosa, oscura pero también dulce y encantadora; ambas son grandes manipuladoras. En ese sentido, Jean Seberg realiza una creación muy cercana a su propia personalidad. Donde más brilla sin duda como actriz es en los momentos en blanco y negro, en los cuáles su rostro refleja los cambios de su existencia; y en los que se nos describe como aquel duro golpe la ha hecho madurar pero a fuerza de vivir eternamente atormentada.



 

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