martes, 8 de octubre de 2013

''Winchester 73'' (Anthony Mann, 1950)


 Historias circulares en el Lejano Oeste


 Primera incursión de Anthony Mann en el western y primera obra maestra suya en el género. Ese mismo año, Mann estrenaría otros dos westerns apreciables pero que no poseen la maestría de este mítico título, dichos westerns son: La puerta del diablo y Las Furias. Es también el primer western relevante de James Stewart, que había rodado historias ambientadas en el oeste, pero sin la fuerza y el brillo de este primer western de Mann. 




Lo primero destacable de la película es su magnífico guión, confeccionado por Robert L. Richards y Borden Chase, en el que Mann intervendría sobre todo para dotar a la película de un sentido visual más compacto*. La historia está estructurada a modo de relato circular e itinerante con una importante carga trágica, muy del gusto del realizador.


Los personajes aparecen y desaparecen casi como fantasmas envueltos en un paisaje rocoso y desértico. Por otra parte, la feroz disputa por el preciado rifle del título, no es si no una excusa, un detonante para iniciar el relato de forma explosiva. Dicho relato integra diferentes historias con agilidad y condensación mediante el hábil uso del montaje continuo (alterno y de la elipsis).



 Podría atreverme a decir que aglutina casi todo el género a través de sus personajes: un sheriff mítico (Wyatt Earp), bandidos, indios, militares, una pianista de salón, un antihéroe y su fiel acompañante, ¿se puede pedir más? y todas esa historias contadas en un metraje de apenas hora y media.


Aparte de todo ésto, la película posee una espléndida calidad técnica en todos los aspectos relativos a la imagen. Rodada casi íntegramente en exteriores, concretamente en Tucson (Arizona) y fotografiada por William H. Daniels, prolífico director de fotografía de títulos míticos como Avaricia, Ninotchka o La dama de las camelias entre otros y que modula perfectamente la luz sin acudir a los contrastes expresionistas de otras obras de Mann, por otro lado tenemos la sensación de que el ángulo y el encuadre están perfectamente escogidos, a lo que se une la medida alternancia del travelling y el plano fijo, que dotan a la película de un ritmo perfecto.


Se trata además de un relato coral, de aventuras con dos motores nada honorables: por un lado, la venganza y por otro, la riqueza y la lujuria, ya que Mann construye a los personajes alterando levemente los arquetipos clásicos del género, a través de un tratamiento realista y con un protagonista nada heroico. Todos ellos, se desenvuelven en una naturaleza que funciona como un ingrediente dramático más, un obstáculo más al que los personajes tienen que enfrentarse a lo largo de toda la película.



El reparto es magnífico, aunque el protagonista es James Stewart todos los demás actores encarnan papeles importantes, así tenemos a Shelley Winters encarnando a Lola la deseada pianista, Dan Duryea (villano por excelencia), Stephen McNally, Rock Hudson (¡interpretando a un indio!), Tony Curtis y los veteranos John McIntire y Mirrald Mitchell que volverán a trabajar con Mann.


En fin, una gran película que respira credibilidad y autenticidad. Clásica, sencilla, elegante, intensa y sobre todo emocionante y entretenida, en definitiva, un western extraordinario y de imprescindible visionado.


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*''Es importante no olvidar jamás que cuando se hace un western, las imágenes son más importantes que el diálogo'' .
(Anthony Mann)
(Extrato de una entrevista realizada por Charles Bitsch y Claude Chabrol en Cahiers du Cinema, Número 69, página 6, Marzo de 1957)


 NOTA: 10. 


Por Juan Murillo Bodas.

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