lunes, 2 de septiembre de 2013

''La salida de la luna'' (John Ford, 1957)



''La salida de la luna'' es una de esas joyas que adornan la filmografía de John Ford que inexplicamente ostenta un lugar rezagado en las preferencias de los amantes del cine clásico. Sin duda, es una de las películas menos conocidas y recordadas de la carrera del genio del parche, a la vez, que es una de sus cintas más intimistas y personales, quizás una de las que mejor definen la manera de ver el cine y la vida del cineasta estadounidense. Rodada en los pueblos y paisajes irlandeses, fue la primera colaboración de Ford con el productor Michael Killanin (con el que cual volvió a trabajar en otras de sus obras más menospreciadas: ''Un crimen por hora'') y podríamos catalogarla como lo que hoy conocemos como cine indie, tanto por el ajustado presupuesto del film como por la total libertad autoral que tuvo Ford para realizarla (incluso el director americano renunció a cobrar sus honorarios como director para participar en el proyecto).

''La salida de la luna'' es una obra menor (en términos de presupuesto) y fue un primer intento de crear una especie de industria de cine irlandés (por aquellos tiempos, inexistente) por parte del productor Michael Killanin. El bueno de Killanin, consiguió convencer a dos pesos pesados de Hollywood de origen irlandés: Tyrone Power que ejerce el papel de presentador y narrador de las tres historias que componen la cinta y el mítico John Ford, los cuales aceptaron participar en el proyecto sin poner oposición ni condiciones en términos monetarios, como un homenaje a la Irlanda que llevaban en el corazón.



Se nota que Ford disfrutó como un niño dirigiendo esta película. Las imágenes captadas describen la melancolía, éxtasis y enamoramiento que Ford sentía por las tierras de sus antepasados. Igualmente los actores que aparecen en pantalla, casi todos ellos desconocidos y reclutados del Abbey Theatre, dibujan un atlas de la geografía humana irlandesa a través de unas interpretaciones en las que la improvisación, el buen humor y un poco de histrionismo ayudan a otorgar naturalidad campechana a las mismas, dejando aflorar el profundo sentimiento inmerso en el interior de la personalidad de los irlandeses.

Un aspecto que convierte ''La salida de la luna'' en una película imprescindible es su carácter de poema visual. Ford, un gran dominador de la puesta en escena, da un recital de técnica cinematográfica, dibujando un bellísimo cuatro pictórico aprovechando el espectacular paisaje exterior de la campiña irlandesa, pero igualmente da el do de pecho en las escenas de interior, en las que mezcla con desenvoltura y maestría los planos fijos, medios, largos, travellings, planos secuencia, planos y contraplano con una destreza solo al alcance de los grandes pioneros del cine. La composición de los planos en la película llevan el sello de Ford, el cual no deja un mínimo detalle al azar: desde la posición de una taza de té, hasta el lugar que debe ocupar una botella de whisky.



Como hemos comentado la película se divide en tres episodios independientes, de un ecleticismo sorprendente por su gran contenido poético. Ninguno de ellos, parece versar sobre temas trascendentales ni importantes, si no que tratan únicamente de mostrar la vida cotidiana y las interrelaciones entre los moradores de las tierras irlandesas. La película trata de eso, de la sencillez de la vida, la cual es más simple de lo que el ser humano cree entender, pues las cosas se complican no por la complejidad que encierran en sí mismas, si no por la forma de afrontarlas por parte del hombre. Esa moraleja, impregnada en cada una de las historias que componen la obra, delimita la frontera del film. Ford apuesta por la espontaneidad y realismo casi irreal frente a la tradicional épica de sus westerns americanos. La ironía y el optimismo sirven para mitificar la idiosincracia irlandesa y la forma de ser de sus gentes.  Y eso Ford lo consigue recorriendo un extraño camino que abarca desde la comedia más burlesca y surrealista hasta la más profunda tragedia de Shakespeare.

El primer episodio denominado ''El rigor de la ley'', es quizás el más bucólico y pro irlandés de los tres. Narra la historia de un inspector de policía llamado Michael Dillon que debe presentarse en casa de un viejo amigo, el cual es fabricante del viejo licor de Irlanda (el venerable Dan Dan O'Flaherty) para cumplir una pequeña misión. Este episodio presenta sin duda, una de las más bellas escenas de la cinta, que no es otra que el paseo que el inspector de policía lleva a cabo por los paisajes irlandeses hasta alcanzar su destino en casa de O'Flaherty. Capítulo extrañamente místico e hipnótico, en ningún momento se adivina explícitamente cual es el motivo del arribo del inspector en casa del viejo fabricante de licores. Es más, la totalidad del metraje del mismo, sirve para reflejar la exaltación de la amistad y la melancolía a través de las conversaciones que se establecen entre los dos personajes. La puesta en escena recuerda mucho a la que Ford empleó en ''El hombre tranquilo'', tanto por la fotografia como por la exaltación de las tradiciones y la nostalgia irlandesa, que ambos personajes sienten que poco a poco va desapareciendo en favor del mal llamado progreso. El episodio rebosa humor por los cuatro costados y se adivina el espíritu de Ford a través del lenguaje, el manierismo y la aparición de personajes secundarios que ayudan a dar sentido al recorrido de la trama. Pero el buen rollo que se plasma en el desarrollo del episodio termina con la cruda realidad, que no es otra que el cumplimiento por parte de Dillon de la orden de arresto de su amigo. Este acontecimiento sirve para demostrar el orgullo, la dignidad y la fortaleza de la amistad que ostentan los viejos habitantes de la Irlanda más auténtica. Un bello canto a las costumbres arraigadas en lo más profundo de la tierra irlandesa.


El segundo episodio titulado ''Un minuto de retraso'', es un magnífico entremés de un acto ubicado en un lugar tan típico como una estación de tren. Con un humor típicamente Ford, narra en tono de comedia burlesca uno de los misticismos de Irlanda: la vida despreocupada ajena a la puntualidad y a los horarios rígidos, en este caso apoyada en la metáfora de los rígidos horarios de las estaciones de trenes. Como si de El día de la marmota o la escena del camarote de los hermanos Marx se tratase, una serie de acontecimientos retrasan un minuto la salida del tren de la estación, retraso que es aprovechado por los pasajeros para vivir la vida alegremente tomando una cerveza en el bar o maltratando a una pareja de estirados protestantes que evitan participar en la juerga colectiva. De tono extravagante y de estilo coral, la trama deforma la realidad para abrazar la sátira vitalista y alegre, en la que se exalta la despreocupación como medio de alcanzar la felicidad.


El tercer episodio del mismo título que la película y la vieja canción irlandesa de tiempos pretéritos, es decir, ''La salida de la luna'', posiblemente sea el episodio más complejo argumental y políticamente. Trata sobre la huída de prisión de un héroe revolucionario condenado a muerte por el ejército británico gracias a la ayuda de dos actrices de una compañía de teatro. En paralelo, se narra la historia de un sargento de policía irlandés  (el sargento O'Hara), cuya procedencia genera recelos por parte de compañeros y miembros militares británicos. No siendo ésto suficiente, el sargento sufre el menosprecio por parte de una esposa mandona y codiciosa que dirige sus actos con mano de hierro. Tras conseguir huir de prisión, el héroe revolucionario se disfrazará de humilde trovador de canciones populares y tratará de escapar por medio de un barco situado en el arco español, un lugar sito en el puerto. Pero esa misma noche, el sargento O'Hara patrullará en la zona enviado por sus superiores y el ejército para evitar que el evadido consiga escapar. Martirizado por su mujer, la cual le insta a capturar al evadido para cobrar la recompensa, se cruzará con el fugado, el cual conseguirá engañarle y hacerse pasar por un artista buhonero. Sin embargo, O'Hara descubrirá más tarde la verdadera personalidad del disfrazado, pero en un acto de patriotismo evita la delación. Pieza compleja, que aborda comedia y tragedia, sin duda el episodio más enrevesado, así como el más próximo a esa obra maestra que Ford dirigiera en los años 30: ''El delator''.




Para un amante del cine de John Ford, ''La salida de la luna'' es una película imprescindible, impactante y disfrutable. La falta de pretensiones, humildad y la autonomía con la cual se rodó, la convierten en una pieza única y esencial para conocer el verdadero talante de John Ford. Una oda divertida y crepuscular a la melancolía y a las tradiciones irlandesas, que colmará las expectativas de los cinéfilos que anhelen deleitarse con una obra de cine puro no contaminado por las exigencias del guión ni de productores ansiosos de maximizar beneficios. Porque ''La salida de la luna'' es cine moderno, pionero y heterodoxo, de ese que de vez en cuando consigue llenar de alegría a los amantes del cine en estado puro.


Por Rubén Redondo.

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