viernes, 15 de noviembre de 2013

Centenario Vivien Leigh: ''La primavera romana de la Sra. Stone'' (1961), pavor a la soledad y la vejez


 Recientemente, se cumplieron 100 años del nacimiento de la inmortal e intensa actriz Vivien Leigh, para recordarla, nos detenemos en una de sus últimas películas ''La primavera romana de la Sra. Stone'', donde una Vivien de mediana edad (de hecho, fallecería 6 años después a causa de una tuberculosis), vivía el ocaso de su carrera, luchando contra unas prolongadas enfermedades, tanto físicas como mentales. En esta ocasión, da vida a Karen Stone (en su segunda colaboración con el magnífico dramaturgo Tennessee Williams, tras ''Un tranvía llamado deseo''), una mujer madura con rasgos similares a su inolvidable Blanche Dubois (seres frágiles e inestables, con un terrible pavor a la soledad y a la vejez).
La trama presenta ligeros parecidos con ''Dulce pájaro de juventud'' y con ''El crepúsculo de los dioses'', a grandes rasgos, porque sus personajes protagonistas femeninos son actrices que han sido grandes y que ahora deben aceptar el inevitable paso del tiempo, que supone el declive tanto artístico como personal, además de entretenerse durante la última etapa de sus vidas, con la compañía de hombres más jóvenes. Pero fundamentalmente, las tres cintas, tratan dos temas de gran hondura, que preocupan especialmente al sector femenino, la soledad y la vejez.


En los años 60, Tennessee Williams ya estaba inmerso en su declive artístico, escribiendo obras menores, la otrora brillantez de sus textos, había dado paso a escritos más irregulares. Las malas críticas recibidas en aquella época, supuestamente empujaron al dramaturgo a las garras de los calmantes y las drogas.
Desde aquí, me gustaría confesar que siento una gran fascinación por su valioso legado artístico, era un autor muy intenso y desgarrador, con obras realmente profundas y que destilaban una inconfundible pasión y densidad, plagadas de personajes complejos y a la deriva. Bajo mi punto de vista, sus obras más grandes son ''Un tranvía llamado deseo'', ''De repente, el último verano'' y ''La gata sobre el tejado de zinc''.
''La primavera romana de la Sra. Stone'' es su primera novela, hasta entonces, había hecho obras teatrales que posteriormente se adaptarían al medio cinematográfico. José Quintero, cineasta debutante pero curtido como realizador teatral en Broadway, se encargó de dirigir la que terminó siendo su única película terminada, su puesta en escena convierte el resultado final en algo demasiado rutinario y plano, a pesar del buen material de partida del que se nutrió. Merece la pena, por el trabajo de Vivien Leigh, que lo resuelve con su solvencia habitual, a pesar de ser un personaje que reincide en las dolorosas similitudes, que hay entre ese rol y el período que atravesaba en su vida. Warren Beatty, en su retrato de gigoló italiano, resulta soso, pero es un actor que no suele convencerme. La cinta, resulta ser de las menores en la filmografía de Leigh, se ve lastrada por su convencionalidad y por su evidente carencia de una mayor profundidad (los personajes quedan dibujados como leves esbozos, son clichés andantes, no se ahonda lo suficiente en sus conflictos internos, algo en lo que el Williams de antaño resolvía con gran maestría). Asistimos al discurrir de las escenas, sin grandes apasionamientos. Otro de los principales problemas, es el desequilibrado dúo protagonista (en cuanto a talento y falta de química, se refiere), mientras que Vivien realiza una discreta actuación aunque con su entrega característica, Beatty resulta tremendamente inexpresivo y flojo. Mientras que con Marlon Brando era todo lo contrario, resultaban un tándem explosivo en ''Un tranvia llamado deseo'', pero cuando se enfrentan dos fieras interpretativas como ellos dos, lo lógico, es que den lugar a momentos antológicos, como así ocurrió. En resumen, ''La primavera romana de la Sra. Stone'', presenta un conjunto descafeinado e irregular, sólo apto para admiradores de esta imperecedera actriz, para el resto, será seguramente una considerable pérdida de tiempo. 


Se cuenta que, Warren Beatty (en su primera intervención importante cinematográfica) consiguió el papel haciendo un viaje relámpago a Roma para ver a Tennessee Williams (el dramaturgo pasaba largas temporadas en Italia), durante el trayecto leyó un manual de italiano y doró su piel con crema autobronceadora. Cuando llegó al hotel en Roma, le envió una misiva a Williams junto con un vaso de leche, que decía "Estoy a su disposición. Paolo" (en referencia al nombre de su personaje, un gigoló italiano). Williams, divertido con su ocurrencia, le concedió el papel instántaneamente.


Vivien Leigh, de apariencia frágil, expresivos ojos verdes y belleza casi infantil, intérprete auténtica donde las haya, tuvo una trágica existencia, marcada por sus problemas de salud, que le impidieron desarrollar una carrera más longeva tanto en el teatro como en el séptimo arte, falleciendo prematuramente con 53 años en 1967. Sin duda, fue una de las grandes del Hollywood dorado, no solamente por su talento descomunal, si no también, por su deslumbrante y cálida belleza. Precisamente, a ella le preocupaba mucho, ser valorada más por su agradable apariencia física que por sus innegables cualidades interpretativas.
Siempre será más recordada por el papel que la convirtió en una estrella Escarlata O'Hara, pero a título personal, su Blanche DuBois me parece su interpretación más lograda, estremecedora y compleja, de esos personajes que son todo un reto para cualquier actriz, no solamente por la dificultad de desempeñarlos y hacerlos creíbles, si no, por el riesgo de caer en la caricatura al representar a una mujer inestable emocionalmente, Vivien nunca cargó las tintas, dejó deslumbrados tanto a Tennessee Williams como a Marlon Brando, ambos llegaron a afirmar, que era la mejor Blanche. Se fusionó tanto con ella, que culpaba a este personaje de haberle afectado mentalmente.


Publicado originariamente en Clasicosis.com

2 comentarios:

  1. A mí no me gustó... la vi por Warren y me decepcionó mucho.

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    1. A mí tampoco me convenció mucho, la verdad. Es flojilla.

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