domingo, 14 de septiembre de 2014

James Stewart, la representación cinematográfica del buen americano (+ 10 películas esenciales y 2 reivindicables) (II)

 Continuamos con nuestro especial sobre la magnífica carrera del inmortal y polivalente James Stewart. A continuación, os ofrecemos la segunda y última parte. Muchísimas gracias a todos los que habéis colaborado con vuestros estupendos artículos.


P.D. A todos nuestros lectores, os comunico que podéis leer la primera parte, aquí.


''Caballero sin espada'' (Frank Capra, 1939)
   Por Anna Montes Espejo.






 La única victoria posible


  Empecemos de manera tópica: podríamos decir que Mr. Smith goes to Washington (Frank Capra, 1939) es una película idealista, inocente, ingenua, patriotera, y hasta maniquea. Y ya sí entramos a valorar la exaltación de la infancia que hace -tan solo de niños, no de niñas-, no puede ser más demagógica. Y sí, en parte tendríamos razón. Pero continuando el tópico, no lo es, y no lo es gracias a James Stewart, que supo ajustarse perfectamente a la concepción de la actuación que demandaba Capra, la desnudez del hombre ante la cámara, la naturalidad aparentemente sencilla y libre de cualquier preparación previa.
Un joven Stewart, de 31 años, en sus inicios en el cine, era perfecto para interpretar a Jefferson Smith, uno de sus predilectos papeles románticos —no amorosos, románticos—. Este era un guardabosques de un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos, escogido por el partido de la zona para ser senador en Washington. El mayor problema es no saber ver más allá de la pátina.
Smith y la expresión “hombre de paja” era una unión tan evidente que caía en pleonasmo para el partido. Luchar por las causas perdidas solo merece una risotada. Y era tan fácil de engañar, tan bueno, que resultaba obsceno atreverse a ello, pero el senador Paine (Claude Rains) se lo puede permitir, ¿qué importa ya dar otro paso más en el camino de la indignidad, y además, predisponer a tu hija (Astrid Allwyn) a la misma concepción del éxito? Qué doloroso.
 
 
Desde luego el argumento se complica en el aspecto político, mostrando la corrupción que existe desde sus mismos cimientos, hasta en el uso de los medios, ya brutal para los años 30. Pero no nos entretengamos con las brumas, Jefferson se merece mucho más; por ello, y aunque parezca banal, no utilizo para referirme a esta película la cacareada traducción española, Caballero sin espada, ya que, por lo menos, evidencia una concepción errónea o maliciosa de lo que significa ser un “caballero”.
Mr. Smith goes to Washington nos plantea un conflicto propio de la condición humana, por eso mismo consigue trascender más allá de la anécdota, más allá del continuo ridículo de Smith y de la vertiente publicitaria del ideario estadounidense. Muy hábilmente, Capra sitúa al espectador en la perspectiva de los antagonistas del film, todos somos Saunders (Jean Arthur), unos desengañados y desilusionados de la vida; a todos nos ha costado mucho trabajo, demasiadas lágrimas y el desarrollo de unas tragaderas de la hondura del pozo de las Danaides, llegar a dónde estamos, ser quién somos; o mejor, amoldarnos a las circunstancias y tratar de encajar con las personas con que nos hemos topado… No somos infelices, pero ¿somos felices? ¿Nos conformaríamos con Diz (Thomas Mitchell), para vivir siempre mareados?
Jefferson era una “ventana llena de sol” que consiguió que la realista Saunders volviera a soñar, volviera a ser la cándida Clarissa, y es justamente gracias a ella que consigue estar al mismo nivel que sus cínicos enemigos, es tan simple como agarrarse a los recovecos de las trampas de la ley, pero Mr. Smith no cae en la ilegalidad, solo se aprovecha de los estrechos márgenes que la política deja al ser humano, para que este lo sea.
De acuerdo, el final es un “happy ending” en toda regla, y ya no hablemos del abuso del quijotismo, ¿pero no debería el mundo ser así? ¿Por qué nos extraña que ganen los justos y los buenos? Tal vez la respuesta que demos a esa pregunta, si no la consideramos retórica, debería horrorizarnos, más que hacernos sentir superiores, gracias a nuestros ideales y valores aplastados por el sarcasmo y la sangre fría de los crueles.
¿Y por qué la constante inclusión de la autora y el lector en esta reseña? Porque James Stewart y Jefferson Smith consiguen devolvernos la sensibilidad y el deseo de ser justos, sin ningún miedo a las consecuencias.


''El bazar de las sorpresas'' (Ernst Lubitsch, 1940) 
  Por Ana Igareta Gómez.



 “El bazar de las sorpresas” se encuadra en un año mítico para el cine y las comedias norteamericanas, 1940. En ese año también se estrenaron “Historias de Filadelfia” de George Cukor (con Jimmy Stewart también en el reparto), “Luna Nueva” de Howard Hawks, “El Gran Dictador” de Charles Chaplin, “Las uvas de la Ira” de John Ford, “Rebeca” de Alfred Hitchcock, “La Carta” y “El Forastero” de William Wyler, “El halcón del Mar” de Michael Curtiz o “Tormenta Mortal” de Frank Borzage.  Casi nada.
“El bazar de las sorpresas” puede parecer una película “típica” dentro de la carrera de James Stewart en su período anterior a la Segunda Guerra Mundial. Casa con su imagen de chico corriente, tierno, inocente y retraído forjada, para el gran público, a raíz de sus exitosas colaboraciones con Frank Capra -“Vive como Quieras” (1938) o “Caballero sin espada” (1939)-.  Pero, curiosamente, parece “atípica” dentro de la filmografía de su director, Ernst Lubitsch. Está lejos de la imagen cinematográfica de cínico ingenioso y sofisticado que tenía el director. Sus protagonistas no son los típicos aristócratas y bons vivants de sus películas anteriores sino gente corriente trabajadora, de clase media. Cuando se le preguntaba a Lubitsch cuál de sus películas era su favorita, de la que se sentía más satisfecho, siempre decía  “El bazar de las sorpresas”. La gente que le conocía y que le quería la considera la película más cercana al Lubitsch hombre, el mejor compendio de lo que él era y de lo que él quería. Lo que nos dice mucho de la imagen algo desnaturalizada que tenemos de Lubitsch, quizá basada exclusivamente en su cine sonoro, el más conocido y difundido. En realidad, “El Bazar de las sorpresas” es una película que tiene mucho de Lubitsch, es una película muy personal. La más personal, probablemente. Parte de sus experiencias como tendero en su juventud en su Berlín natal y también refleja alguna de las amarguras de sus últimos años, a través de un tema especialmente doloroso para él como es el del adulterio. Vista desde fuera podríamos decir que “El bazar de las sorpresas” es la película más Capra de Lubitsch. Y en este sentido, evidentemente, la presencia de James Stewart no es un elemento casual.



El propio Lubitsch reconocía que mientras co-escribía el guion con Samson Raphaelson (adaptación de la obra del dramaturgo húngaro Miklós Laszlo, Parfumerie), ya pensaba en James Stewart como protagonista, por su gracia instintiva como actor pero, sobre todo, porque le consideraba la antítesis del ídolo del público de antaño: Stewart cautivaba al público por su pose no seductora, por su aspecto de normalidad. A favor estaba el hecho de que Stewart se encontraba en nómina de la Metro, estudio con el que Lubitsch había firmado para realizar dos películas tras su ruptura con su estudio de “toda la vida”, la Paramount, a raíz del fracaso comercial de “La octava mujer de Barbazul” y de “Angel”, paradójicamente, dos de sus mejores películas. Stewart venía de sus grandes éxitos con Frank Capra que le habían hecho emerger y convertirse en uno de los actores del momento. Y se reencontraba en la película con una de sus más habituales y queridas partenaires, Margaret Sullavan, amiga de sus inicios en el teatro universitario y exmujer de su gran amigo Henry Fonda. Y con quien ya había dado anteriores muestras de buena química en pantalla.
La historia que nos cuenta la película es muy sencilla: la vida y relaciones humanas que se desarrollan en el diminuto universo de unos pequeños almacenes situados en una esquina del barrio comercial de Budapest. Es la historia Matuschek y cia. pero, sobre todo, la particular historia de amor que surge entre dos de sus trabajadores: el encargado de la tienda Alfred Kralik (Stewart) y Klara Novak (Sullavan), la empleada recién llegada. Kralik y Klara han estado escribiéndose cartas de forma anónima, sin saber quién es en realidad el otro, y se han enamorado de la imagen idealizada que se han formado de la otra persona a través de las cartas. En el día a día en la tienda, apenas se soportan. Kralik es un tipo tímido, honrado, minucioso y sincero. Klara una muchacha resuelta, decidida y poco diplomática. Por medio, enredándolo todo, está la historia de la traición adúltera que sufrirá el Sr. Matuschek (Frank Morgan), el arbitrario pero inseguro dueño de la tienda, con otro de los empleados, el intrigante y servil Vadas de por medio y el paralelo ascenso del descarado y ambicioso chico de los recados Pepi (William Tracy).
El guion y los diálogos son agudos e hilarantes. La atmósfera y la concatenación de las situaciones son perfectas. Lo mismo que las interpretaciones y el trabajo de dirección de Lubitsch. El resultado es una de las películas más emocionantes y deliciosas de la historia del cine.
Quizá ésta no esté considerada como una de las grandes interpretaciones de la carrera de James Stewart pero, sin duda, “El bazar de las sorpresas” es una de sus mejores películas. Y Stewart está perfecto como ese recto, tímido, honesto y patoso Alfred Kralik. Da absolutamente el perfil del personaje pudiendo hacer gala de toda esa maravillosa gestualidad facial que le hacía estar especialmente dotado para este tipo de personajes y comedias. Tal vez es un papel en el que le hemos visto, en cierto modo, en otras películas, y Lubitsch  aprovecha sus demostradas cualidades para este tipo de personajes. Nada de esto evita reconocer su deliciosa interpretación.
La película se rodó en veintisiete días con un coste total de 474.000 dólares. Se estrenó en enero de 1940 y acumuló una recaudación neta mundial de 1,3 millones de dólares. No fue un gran éxito pero tuvo una cálida acogida de crítica y de público. La película ha ido creciendo y ha sido revalorizada con el paso de los años. Cuando se reestrenó en Francia en 1986 estuvo en cartel más de sesenta y seis semanas en París, convirtiéndose en el reestreno más exitoso de la historia de Francia. El año pasado la pudimos ver en pantalla grande en Madrid con motivo del ciclo dedicado a Samson Raphaelson y Lubitsch que realizó la Filmoteca Española y, también, el Círculo de Bellas Artes. Olvidemos, de paso, ese engendro de remake protagonizado por Tom Hanks y Meg Ryan.



''Historias de Filadelfia'' (George Cukor, 1940)
   Por Javier Belda Puig.




  En 1938 Katharine Hepburn era considerada veneno para la taquilla, a pesar de que sus dos ultimas películas "La fiera de mi niña" y "Vivir para gozar" ahora sean consideradas obras maestras de la comedia. El caso es que Kate dirigió sus energías hacia Broadway, el dramaturgo Philip Barry, amigo de la actriz le enseñó el borrador de " Historias de Filadelfia" en el que el papel femenino protagonista estaba escrito especialmente para ella. La obra se estrenó el 29 de marzo de 1939 en el Shubert Theatre de Broadway, Joseph Cotten seria C.K. Dexter Haven y Van Heflin (que luego se sentiría muy desilusionado al no conseguir el papel en el cine) seria Macaulay "Mike" Connor. Fueron 417 representaciones y supusieron el mayor éxito de la Hepburn en Broadway, por lo tanto era de suponer que los principales estudios cinematográficos pujasen para adaptarla a la gran pantalla. La MGM hizo la mejor oferta, pero Kate había puesto unas condiciones al tener los derechos, ella sería la protagonista y daría el visto bueno al director y a su  protagonistas masculinos, se pensó en principio en tener a Clark Gable como Haven y Spencer Tracy como Connor pero no estaban disponibles, Kate dio el visto bueno a George Cukor como director y a Cary Grant, al que se le dio a elegir el papel, se quedó con el de Haven y no puso objeción a Stewart como Connor, a ello se unieron Ruth Hussey, John Howard, Roland Young, John Hallyday entre otros.
Se rodó en 8 semanas y el productor de la película fue Joseph Leo Mankiewicz, que luego seria uno de los grandes guionistas y directores, con películas como "Eva al desnudo", "La condesa descalza", "Carta a tres esposas" o "La Huella".
 
Recordemos un poco la sinopsis de la película:
  Tracy Lord, miembro de la alta sociedad de Filadelfia, está en vísperas de contraer su segundo matrimonio, esta vez con un rico magnate del carbón, George Kittredge. La revista "Espía" desea publicar un artículo escandaloso sobre el padre de Tracy, Seth Lord, y sus asuntos indiscretos. El editor de la revista hace un trato con el ex marido de Tracy, C.K. Dexter Haven, que les ofrecerá la cobertura completa de la boda a cambio de silenciar las aventuras del señor Lord. El reportero, Mike Connor , se presenta en la casa con una fotógrafa Liz Imbrie, y con su sarcástico ingenio preparado para dejar al descubierto las pretensiones de los ricos. 
James Stewart da una lección de interpretación con gestos, miradas y esa manera de hablar como tartamudeante que tenia .  Hepburn y Grant están estupendos también pero Jimmy en los momentos en que está en la película con unas copas de mas es absolutamente grandioso incluso se permite cantar "Over the rainbow". Es sin duda una de las cumbres de la alta comedia del cine. Fue nominada a 6 premios de la academia entre ellos Mejor película, director, actriz protagonista, actriz secundaria, actor principal y guion, y se llevo estos dos últimos, el gran favorito ese año era Henry Fonda, amigo intimo de Stewart por su papel de Tom Joad en " Las uvas de la ira" de John Ford, basada en la novela de John Steinbeck pero también estaban Laurence Olivier por "Rebeca" y Charles Chaplin por " El gran dictador" pero la academia  se lo dio a Stewart, este seria su único Óscar, años después en 1985 se le dio uno especial a su gran trayectoria, se lo entrego su compañero de " Historias de Filadelfia", Cary Grant.
En 1956 la MGM decidió hacer un remake musical, " Alta Sociedad", la dirigió Charles Walters, la música y letra de las canciones corrieron a cargo de Cole Porter, Louis Armstrong tuvo una aparición, C.K. Dexter Haven fue Bing Crosby, Mike Connor fue Frank Sinatra y Tracy Samantha Lord, aunque la primera opción fuera Elizabeth Taylor, lo encarno en su ultima película, Grace Kelly, al fin y al cabo ella había nacido en Filadelfia, pero eso es otra historia de Filadelfia.
 
 
 
''Qué bello es vivir'' (Frank Capra, 1946)
    Por Juan Murillo Bodas.



 Hay películas que parecen siempre vivas y actuales cada día; son clásicos que perviven en la memoria de muchísimos espectadores, entre los que por supuesto me incluyo. La película ciertamente está cargada de moral cristiana, pero para los no creyentes esto no debería ser un obstáculo, ya que desde el inicio de la película se subraya el carácter de fábula o cuento moral en el que podremos ver sucesos extraordinarios, y porque además el mensaje está lleno de bondad y humanidad, no se trata de una panfleto moralizador sin más.
 La película de la Navidad por excelencia está basada en una historia corta de Philip Van Doren Stern publicada en forma de tarjeta de felicitación navideña en 1943. Capra y sus guionistas Frances Goodrich Albert Hackett , así como la colaboración de Jo Swerling para algunas escenas adicionales nos ofrecen una historia centrada en una pequeña población estadounidense. A través de este microcosmos, Capra construye un fenomenal retrato de la sociedad de su país en esa época, no es sin embargo una película localista o patriótica, transcien de lo anecdótico para convertirse en una historia de aprendizaje universal en la que se toma partido por las clases medias y populares frente a los capitalistas especuladores, esta construcción de la película a través de personajes arquetípicos en los papeles principales: el padre de familia honrado hecho a sí mismo, la esposa devota y fiel o el despiadado y egoísta hombre de negocios que envidia la felicidad ajena, queda matizada por una serie de personajes secundarios llenos de ricos matices. Con un guión tan bien estructurado y con una serie de hallazgos tan sobresalientes basados en la manipulación del tiempo fílmico, los giros de guión son maravillosos, en la línea de lo que nos sugiere el título original: “wonderful” tiene el sentido en inglés de algo extraordinario y fantástico y no solamente un sentido positivo… esta construida además mediante una puesta en escena muy cuidada y con unos magníficos directores de fotografía: Joseph Walker (Solo los ángeles tienen alas, Vive como quieras) y Joseph Biroc (habitual operador de Samuel Fuller: Cuarenta pistolas o Yuma), perfectos en planos medios y primeros planos.

 No sería lo mismo la película sin los grandes actores que están todos excepcionales en sus papeles. Se trata posiblemente de una de las mejores interpretaciones de James Stewart que compone un personaje rico en matices y que anticipa con su rostro crispado algunas de las que serán sus actuaciones más recordadas en Vertigo o Winchester 73 entre otras; Donna Reed estupenda, llena de ternura y bondad, por supuesto grandes secundarios: Thomas Mitchell y el maestro Lionel Barrymore encarnando al personaje más detestable de la historia. Película que es una mezcla genial de géneros: cine familiar, comedia dramática, cine fantástico cuando no de suspense y terror… Curiosamente, película que ha influido en directores actuales como Steven Spielberg, Robert Zemeckis o Tim Burton. Disfrutar de esta historia nos hará seguro ser mejores personas, porque en el fondo no es sino una alabanza del valor de la solidaridad y de la búsqueda de la armonía social.



''La soga'' (Alfred Hitchcock, 1948)
    Por Sergio Armas. 


 La soga supuso la primera colaboración entre James Stewart y Alfred Hitchcock, con el que en los años posteriores repetiría hasta en tres ocasiones. La película está basada en la obra de teatro  de Patrick Hamilton “Rope’s end”, que a su vez se inspiró en un caso real que sucedió en Chicago en al año 1924, cuando dos jóvenes universitarios provenientes de familias acaudaladas asesinaron por diversión a un chico de quince años.
 
Partiendo de esta base, Hitchcock comienza La soga haciendo algo habitual en él, eliminar el misterio. El británico no tenía interés alguno en el misterio, sino que lo que le interesaba era el suspense, y consideraba que sólo podía conseguirlo dando información al espectador. Por ello lo primero que mostrará la película es el estrangulamiento que practican Philip (Farley Granger) y Brandon (John Dall) a su compañero David (Dick Hogan).
 
Las razones del asesinato son la curiosidad que tiene la pareja por saber que se siente al quitar la vida a otro, y justifican su acto en la filosofía de Nietzsche del superhombre, en que son seres superiores intelectualmente y pueden decidir sobre la vida de los inferiores. Aunque tras la comisión del delito, ambos tomarán actitudes distintas, mientras Philip se ve consumido por los remordimientos y empieza a beber para tratar de desahogarse, Brandon está nervioso pero exultante y dará vía libre a su mentalidad macabra durante toda esa tarde noche, con el fin de divertirse.
 
La pareja asesina, en la que se percibe claramente un componente homosexual pese a que la censura de la época prohibía cualquier mención a ello, esconde el cadáver en un arcón, y posteriormente, Brandon decide que se sirva encima de este improvisado ataúd la comida para la cena a la que acudirá la tía (Constance Collier) el padre (Cedric Hardwicke) y Janet, la novia (Joan Chandler) del fallecido, y además para hacer esta cena más divertida Brandon invitaría a Kenneth (Douglas Dick) el anterior novio de Janet.

El último invitado de la cena es Rupert Cadwell (James Stewart), antiguo profesor de los jóvenes, defensor de la teorías de Nietzsche y el que les inculcaría esos valores. Tal es así, que el principal motivo de Brandon al invitar a su antiguo profesor parece ser que lo descubra, que admire su obra y que vea que ha sido capaz de dar el paso que él no se ha atrevido, realizando aquello que él pregonaba en sus clases.
 
Stewart que estaba acostumbrado a interpretar al hombre normal, y que solía tener un gran sentido de la justicia, se encontraba de pronto con un papel oscuro, al menos para la época, ya que pese a comportarse de una manera educada, de ser por ejemplo es el único que trata como a una igual a la asistenta de la casa (Edith Evanson), o de ser el que investiga que es lo que esconden la pareja de jóvenes, su personaje no deja de ser el último responsable del asesinato, el instigador (aunque fuera sin querer), y el que acaba más arrepentido de lo acontecido.
 
El actor cumple en el papel, aunque según se comenta esta “oscuridad” del personaje, el ser algo tan distinto a lo que él estaba acostumbrado a realizar, fue una de las cosas que no le dejó sentirse cómodo en el papel, la otra cosa sería el cómo decidió Hitchcock rodar la película.
 
Y es que el mago del suspense, con la excusa de que se estaba adaptando una obra de teatro y con la intención de darle este toque teatral a lo rodado, decidió realizar la película en un plano secuencia, esto significa, rodar la acción en un único plano sin cortes. Esto que es algo habitual hoy en día (recientemente hemos podido ver varios ejemplos de ellos en series televisivas, mientras que en cine, directores como Cuarón son especialistas en ello) fue algo prácticamente novedoso para la época.
 
El principal problema que conlleva el plano secuencia, es que en el momento de rodar todo tiene que ser perfecto, todo ha de estar milimétricamente medido, y cualquier fallo puede llevar al traste la escena obligando a empezar todo desde el principio, es por ello, que el día anterior de empezar la grabación de una escena se dedicaba enteramente a que los actores y los cámaras ensayaran sus movimientos. Siendo esta la razón que provocó la incomodidad no sólo de James Stewart sino de todo el reparto, quienes se encontraban en varias ocasiones más pendientes de no pisar un cable, de estar atentos a su marcas o de no molestar a la cámara que de sus propias interpretaciones.
 
En un principio, como decíamos antes, la intención de Hitchcock era rodar toda la película en un único plano secuencia, pero razones técnicas se lo impidieron, y es que las cámaras de la época sólo le permitían realizar planos de diez minutos, y la forma que tuvo el director para darle continuidad a las escenas (al menos la mayor parte de los cortes), fue terminado el corte haciendo un zoom a las espalda de uno de los personajes y empezar el siguiente haciendo un zoom inverso.
 
El resultado de eso no quedó lo que se dice precisamente bien, eran cortes muy forzados, que estaban lejos de parecer naturales, pero este detalle no quita que el trabajo restante Hitchcock planificando los movimientos de la cámara es excelente, logrando generar de nuevo suspense, y como muestra de ello, la escena con el plano fijo viendo como la asistenta va recogiendo la cena.
 
Esta forma de grabar fue en cierta manera también una estrategia publicitaria, sin embargo La soga no obtuvo buenos datos de taquilla ni tampoco fue de las obras más aclamadas de Hitchcock, aunque ello no debe de desmerecer su resultado final. Si bien es cierto que no es una de las películas más destacadas del director, vale la pena ver La soga, no sólo por lo que tiene de experimento cinematográfico, sino por su calidad en sí, siendo una película entretenida, de fácil visión, y bien escrita, dirigida e interpretada (especialmente por Dall y Stewart).


''Tierras lejanas''  (Anthony Mann, 1954)
  Por Juan Murillo Bodas.
 
Ni un héroe ni un villano: solo un hombre solitario

 
 Espléndido western de Anthony Mann, uno de los grandes cineastas del género. Esta obra forma parte de esa magnífica serie que tiene al gran James Stewart como protagonista. En esta ocasión Stewart es Jeff Webster, un vaquero errante y solitario de oscuro pasado que junto a los veteranos Ben (Walter Brennan) y Rube (Jay C. Flippen) trata de llevar una importante partida de ganado hacia Alaska. Mas antes deberá enfrentarse a Garnon (John Mc Intire) una especie de cacique local inspirado en la mítica figura del juez Roy Bean) y que estará dispuesto a todo con tal de ahorcarle y arrebatar a los mineros sus minas de oro. Entretanto, Jeff se debate silenciosamente entre el amor de dos mujeres: una aventura emprendedora y decidida: Ronda Castle (Ruth Roman) y Renee (Corinne Calvet) la joven e ingenua hija de un doctor. El guión de Borden Chase, asiduo guionista del género, es sintético, conciso y de estructura esencialmente itinerante, está repleto de acciones y aventuras, sin olvidar nunca la psicología de los personajes.
 Y luego está claro, la formidable presencia de un James Stewart en plena madurez artística que ofrece una impecable interpretación de este vaquero lacónico e introvertido ensimismado en sí mismo y en sus intereses hasta que las circunstancias le obligan a implicarse en el devenir de la comunidad. En este sentido, es espléndida la interiorización que Stewart hace del carácter de su personaje, con una fuerte carga de ambigüedad moral, al igual que en el resto de westerns de esta serie (Winchester 73, The naked spur). De hecho, algunas de las actuaciones de Jeff bordean lo delictivo y su posición dentro de la comunidad es contradictoria, ya que por un lado es admirado por todos por su valor y por su habilidad con las armas de fuego, y por otro lado es rechazado por su nula implicación a la hora de tratar de solucionar las amenazas que sobre la comunidad de mineros ejercen los secuaces de Garmon. Junto a Stewart hay una serie de inolvidables secundarios como: Walter Brennan que encarna a esa especie de escudero que suele acompañar a los protagonistas de los westerns de Mann, también fundamental la presencia de John Mc Intire en el papel de un sofisticado villano astuto y con grandes dotes para el mando y por supuesto la impetuosa y pasional Ruth Roman, que lejos de ser una comparsa, toma la iniciativa en todos los aspectos: tanto en el amor como en los negocios. En cuanto a la puesta en escena, es fundamental como en todos los westerns de Mann, la concepción del paisaje a través de una fotografía que sitúa al hombre condicionado por el paisaje y el ambiente en el que desarrolla sus acciones, aquí los espacios fundamentales son las montañas nevadas, que oprimen literalmente a los personajes y el río que representa una posibilidad de escape de las mismas. Para esta labor, Mann cuenta con uno de sus directores de fotografía predilectos: William H. Daniels, cuya habilidad para colocar la cámara casi siempre en un ángulo bajo es magistral, captando con nitidez al paisaje y a los personajes como envueltos dentro de él. Para finalizar destacar el carácter crudo y realista de algunas escenas, así como la intensidad dramática que conduce a la película hacia un gran climax final. En definitiva, un western fundamental, como todos los que filmo Anthony Mann.


''Me enamoré de una bruja'' (Richard Quine, 1958)
     Por María Abad.





  “Me enamoré de una bruja” es una entretenida pero sencilla comedia, basada en la obra de teatro de John Van Druten, que transcurre en el Greenwich Village de Nueva York. Su protagonista, Gillian Holroyd, interpretada por la atractiva y sexy Kim Novak la cual la dota de una mirada felina e hipnótica que le viene que ni pintado al personaje, es una bruja miembro de una saga de hechiceros que se encuentra aburrida de su vida y de la tienda de antigüedades y objetos curiosos que regenta. Como es bien sabido las brujas no se pueden enamorar, ni llorar, ni sonrojarse, pero Gill comienza a sentir curiosidad por su nuevo vecino, un apuesto y respetable editor llamado Shepherd “Shep” Henderson ( James Steward) que esta a punto de contraer matrimonio. Ante este giro de los acontecimientos, Gill decide abandonar su juego de seducción humano, para enamorar a su vecino gracias a un encantamiento, y a la complicidad de su fisgona pero adorable tía Queenie (Elsa Lanchester) y su hermano Nicky ( Jack Lemmon) ambos brujos también. A partir de aquí nos encontramos con una comedia ligera y elegante, de divertimento sofisticado que aunque nos levantará alguna sonrisa, en ningún momento nos hará reír a carcajadas, y que desaprovecha situaciones hilarantes que podrían justificarse con el uso de la magia.

 

En el film encontramos la segunda colaboración entre James Stewart y Kim Novak a tan solo unos pocos meses después de haber finalizado en rodaje de “Vértigo” a las ordenes de Hitchcock, en unos papeles muy diferentes a los que aquí encontramos pero con la misma química como pareja. Son sin duda las interpretaciones de ambos actores el principal atractivo de la película, ya que podemos disfrutar de una carnalidad y sensualidad dada por unos pies siempre desnudos, y la elegancia de una mirada felina retratada en especial en el plano del conjuro que realiza Novak hacia Stewart. Stewart vuelve a dejar ver lo magnifico que es interpretando a hombres corrientes a los que les ocurren cosas extraordinarias, el héroe de lo mundano que fue el secreto de su éxito, y junto a Novak con la que gracias al aura fantasmagórica de misterio que les otorgo Vértigo se convirtieron en una pareja que perdurará siempre como Bogart y Bacall.

Mención especial para el siempre genial Jack Lemmon que ejerce aquí de simpático secundario, y que a pesar de que podría haber dado mucho más juego, daba pistas aquí, en uno de sus primeros papeles de lo que después seria su exitosa carrera.

Curiosamente Stewart cumple 50 años durante el rodaje de esta película, tomando la decisión de no volver a encarnar papeles de galán romántico, en este tipo de comedias que le obligaban a emparejarse con mujeres a las que por lo general les doblaba la edad.

Campana, libro y vela, es la traducción literal del titulo original de la película (Bell, Book and Candle) que aquí se estreno con el titulo de “Me enamoré de una bruja”, tratando de emular el éxito de “Me casé con una bruja” de 1942, de René Clair, además de las palabras claves de uno de los conjuros. Un conjuro que hace referencia a la campanilla del gato Pyewaket,que es clave en la historia, al libro “Magic in Mexico”,que también tiene su parte importante en la trama, y a la vela que acompaña a la melancolía de la bruja protagonista.


La música creada por George Dunning dota la obra de una partitura rítmica y ligera, con temas de jazz pegadizos, propios de los clubs de los años 40 y 50, añadiendo fragmentos clásicos como el “jingle Bells” de los titulos de credito. Mientras, el guión de Daniel Taradash a partir de citada obra de Broadway de John Van Druten la dota de unos diálogos divertidos y tremendamente ágiles, que hará las delicias de los amantes de las comedias románticas de los años 50.


Esta obra pertenece a la época más fructífera de su director Richard Quine, coincidiendo con el despegue de su filmografía, y con el inicio de lo que serian posteriores colaboraciones entre Kim Novak, Jack Lemmon y Ernie Kovacs, como “Un extraño en mi vida” (1960) y “La misteriosa dama de negro” (1966), en las que participo también Novak.

Este aquelarre de hechiceros que no confían en el amor, porque el amor puede destruirles, nos deja un film que es injustamente olvidado, en pos de ensalzar aquel “Me casé con una bruja (I Married a Witch de René Clair, 1942), con la maravillosa Veronika Lake en el papel de la bruja.

Por lo que este es el tema principal del film, el triunfo del amor, que es capaz de sobreponerse a todas las adversidades incluso a la de las mas oscuras artes de brujería. Un amor más fuerte que los poderes sobrenaturales, capaz de curar la soledad y la melancolía. Donde solo cabe que la magia más inexplicable es la magia del amor.


Podemos disfrutar en el film de escenas tan memorables como el encantamiento que la bruja Gill le realiza a Shep, acompañada de su gato Pyewaket ( un nombre que solo podría llevar un gato mágico y que se convirtió en popular entre las mascotas de la época), el lanzamiento del sombrero desde lo alto del rascacielos mientras se juran amor eterno, el divertido encuentro entre Shep y la tía en el domicilio de él, o los planos subjetivos de el gato, a pesar de la aparente formalidad narrativa de la película.

La película inspiro la serie posterior de televisión “Embrujada”,y que después se convirtiera de nuevo en película con “Bewitched”, protagonizada por Nicole Kidman, o en su reverso más oscuro, Polanski se topo con esta película mientras investigaba para “La semilla del diablo”, donde también hablaba de una comunidad de brujos vecinos.
 
 
 
''Anatomía de un asesinato'' (Otto Preminger, 1959)
    Por Javier Belda Puig.
 


 En el año de producción de esta película, Stewart ya era una estrella reconocidísima y respetada, por ello cuando el director vienes Otto Preminger decidio llevarla al cine no había duda de que el papel del ex fiscal de distrito y ahora abogado de pocos casos Paul Biegler estaba hecho a la medida de Jimmy. La novela " Anatomía de un asesinato" escrita por el juez del Tribunal Supremo John D. Voelker bajo el seudónimo de Robert Travers estaba llena de lenguaje legal sobre violación y sexo, cosa inédita para esa época. Y Preminger con el guion de Wendel  Mayes  opto por utilizar todo ese vocabulario para dar mayor realismo a la película. Junto a Stewart, estarían Lee Remick como Laura Manion, papel que en principio iba a haber hecho Lana Turner, Ben Gazzara como el Teniente Manion, Eve Arden como la ayudante de Biegler, Arthur O`Connel como el socio de Biegler, Kathryn Grant, esposa de Bing Crosby como Mary Pillant y en uno de sus primeros papeles en el cine, George C. Scott como el abogado Claude Dancer, cabe destacar los títulos de crédito hecho por el gran Saul Bass y que la banda sonora sea de Duke Ellington, además tiene un cameo en la película.

La sinopsis de la película seria, un antiguo fiscal del distrito, Paul Biegler pasa su tiempo, pescando, bebiendo cerveza y de vez en cuando con algún caso de poca monta con su amigo Parnel Mc Carthy. Pero le llega un caso, tiene que defender a un teniente del ejercito que ha matado al dueño del bar, que este y su esposa frecuentaban porque el dueño había agredido sexualmente a su esposa.

La película dura mas de dos horas y media pero no te das ni cuenta gracias a las interpretaciones de todo el reparto, destacando a parte de Stewart, a Arthur O`Connel, Eve Arden y George C. Scott. Es sin duda, una de las mejores películas sobre abogados. El papel del juez Weaver, en principio se había pensado para Spencer Tracy pero al final lo llevo a cabo un abogado en la vida real Joseph N. Welch.

La película tuvo 7 nominaciones al Oscar incluyendo , por supuesto, a James Stewart, esta fue su ultima nominación, tenia como principales  rivales a Jack Lemmon por su Jerry/Daphne en " Con faldas y a lo loco" y a Charlton Heston como Juda Ben - Hur en " Ben -Hur", este ultimo se llevaría el premio.
El publico al ver la película se sorprendió en oír en boca de Stewart palabras como : espermatogénesis, anticonceptivos o clímax sexual, incluso el propio padre de Stewart quiso que se prohibiese su exhibición en Indiana.
Por ultimo, os dejo con lo que dijo el New York Times después del estreno de la película: " Lo que se revela como mas brillante es el personaje del abogado defensor, un papel interpretado por  Stewart en una de las más espléndidas actuaciones de su carrera".
 
 

''El Valle de la Violencia'' (Andrew V. McLaglen, 1965)
    Por Javier Belda Puig.


 Con casi 60 años, Stewart nos ofreció una de sus interpretaciones mas poderosas, llevaba todo el bagaje de las películas con Anthony Mann, Alfred Hitchcock o John Ford.

La sinopsis:En Shenandoah, Virginia, el granjero viudo Charlie Anderson vive una vida pacífica con sus seis hijos - Jacob, James, Nathan, John, Henry y Boy, su hija Jennie, y su nuera, la esposa de James, Ann en su granja. Charlie no deja a sus hijos alistarse en el ejército para luchar en la Guerra Civil Americana que él considera que  no es su guerra . Pero un hecho fortuito le hará entrar en contacto con la guerra.

Dirigida por Andrew  V. McLaglen, hijo del gran Victor McLaglen, recordado actor de muchas películas de muchos directores pero sobre todo de John Ford como "Fort Apache", "La recluta del regimiento", "La legión invencible", "El delator", por la que ganó el Óscar de mejor actor y sobre todo por "El Hombre tranquilo" en la que interpretaba a Will " Red" Danaher.
El conflicto con Vietnam estaba empezando y podemos ver una parábola antibelicista en la película.  Lo paradójico es que el propio James Stewart llegó a ser general de brigada del ejercito.
Acompañan a Stewart  en el reparto, entre otros, Patrick Wayne como James, hijo del gran John, Phillip Alford como Boy, recordado com Jem Finch en la obra maestra de Robert Mulligan " Matar a un ruiseñor", Rosemary Forsyth como Jennie , que ese año también haría " El señor de la guerra" con Charlton Heston y en su debut en el cine, Katherine Ross como Ann, recordada luego por ser  Elaine Robinson en " El graduado" o Etta Place en " Dos hombres y un destino", también tiene un pequeño papel, George Kennedy como un coronel yankee.
Stewart domina la película de principio a fin, con ese perfil de granjero rudo pero que se desvive por su familia. Es quizá su ultima gran interpretación. Como curiosidad el argumento de la película dio para un musical que se estrenó en Broadway en 1975.
 Termino con unas palabras que dice su personaje: " Es como todas las guerras, supongo. Los que la dirigen la están ganando; los políticos se llevaran la gloría. Pero los soldados simplemente desean volver a casa."

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