EL CASO DE THELMA JORDON
Título original: The File on Thelma Jordon
Año: 1950
Duración: 100 min.
País: Estados Unidos
Director: Robert Siodmak
Guión: Ketti Frings (Historia: Marty Holland)
Música: Victor Young
Fotografía: George Barnes (B&W)
Productora: Hal Wallis Productions / Paramount Pictures
Género: Cine negro. Intriga. Drama.Crimen
Reparto
Barbara Stanwyck, Wendell Corey, Paul Kelly, Joan Tetzel
Se
suele opinar que cuanto más versátil es un actor o una actriz, mejor es
o más grande nos parece. Como toda norma o regla general, siempre
podemos encontrar algunas excepciones: actores como Jack Nicholson, John
Wayne, Humprey Bogart o nuestro Arturo Fernández con frecuencia hacen
de sí mismos o han creado un personaje a medida que les sirve para la
mayor parte de los films en los que intervienen y nos convencen o nos
parecen unos monstruos absolutos del cinema; al menos a mí así me lo
parecen.
Sin embargo, “El caso de Thelma Jordon” de Robert Siodmak
resulta un ejemplo claro de la enorme y amplia capacidad interpretativa
de la gran Bárbara Stanwyck, quien nos regala una vez más una creación
inolvidable, de esas que calan en lo más profundo.
Pero, vayamos por
partes, ya que aparte de la excelente actuación de la Stanwyck, el film
posee muchos puntos de interés que conviene destacar.
“El caso de
Thelma Jordon” adopta básicamente el formato de cine de género negro por
lo que en un principio la trama esencial no parece demasiado original.
La manipulación de un hombre por parte de una femme-fatale para
conseguir salir indemne de una acción criminal forma parte del argumento
de múltiples novelas o películas de género negro o incluso de historias
que poco tienen que ver con los policiaco como El ángel azul (1930) de
Josef von Sternberg, La abeja reina (1963) de Marco Ferreri o Amantes
(1991) de Vicente Aranda, e incluso en comedias teatrales y
cinematográficas españolas como La decente (1971) de José Luis Sáenz de
Heredia basada en un obra de Miguel Mihura. Dentro del cine policiaco en
sí existen múltiples títulos pero quizá los primeros que se vienen a la
memoria durante la visión del film de Siodmak sean Perdición (1944) de
Billy Wilderr, La Golfa (1931) y La bestia humana (1938) de Renoir, el
díptico de Frizt Lang La Mujer del cuadro (1944) y Perversidad (1945) o
las distintas versiones realizadas sobre la novela de James M. Cain “El
cartero siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946) y (Bob
Rafelson,1981). En la mayoría de estos films la mujer es presentada con
connotaciones negativas: tremendamente cerebrales, muy frías, mentirosas
y manipuladoras; en ningún caso se arrepienten del mal causado o de
haber destrozado la vida de sus víctimas, con frecuencia hombres
normales y corrientes o detectives que se las dan de listo. Por eso, en
estos films el drama y lo policiaco se suelen dar la mano, tal y como
sucede en la película que nos ocupa. Sin embargo, Siodmak nos ofrece a
través de un espléndido guión firmado Ketti Frings, una serie de
variantes muy interesantes y novedosas que dotan al film de una patente
originalidad.
En primer lugar, conviene centrarnos en el personaje de
Thelma Jordon, interpretado por Barbara Stanwyck. Aunque existe por su
parte una intencionalidad clara de manipular al ayudante del fiscal del
distrito, para conseguir así la inocencia de un crimen en el que se
encuentra implicada, lo cierto es que no se trata de un personaje de una
pieza, sino con muchos matices, confundida en sus sentimientos,
atrapada por sus contradicciones, dudas o vacilaciones. En ese sentido,
si comparamos a Thelma Jordon con la femme-fatale interpretada por la
Stanwyck en Perdición podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que
ambas representan polos opuestos; una prueba más que evidente de lo
grande que es esta actriz, versátil, humana y carnal como ella sola.
Thelma no es nada fría, siente y padece e intenta alejarse de un pasado
turbulento para conseguir ser una mujer “normal”; incluso llega a
sacrificarse por amor y a conseguir su redención. Sin embargo la Phyllis
Dietrichson del film de Wilder posee todas las características antes
apuntadas que definen a la femme-fatale o a la vampiresa. Los
sentimientos que dice experimentar por Walter Neff, el agente de seguros
interpretado por Fred MacMurray, son del todo falsos e interesados; sin
embargo, Thelma Jordon parece que no lo tiene tan claro. En ese
sentido, el espectador siente las mismas dudas sobre sus verdaderos
sentimientos que Cleve Marshall, el borrachuzo y amargado ayudante del
fiscal del distrito, interpretado con sobriedad por un actor no
demasiado conocido Wendell Corey, pero que en líneas generales resulta
bastante convincente.
Enlazando directamente con lo anterior, el
personaje del hombre manipulado también presenta aspectos muy
interesantes, aunque más cercanos al tópico y al lugar común. Quizá lo
más destacable de la interpretación de Corey y del personaje en sí es
que no provoca en el espectador ningún tipo de compasión o empatía.
Desde el comienzo, se nos muestra como un hombre mediocre, poco
agraciado físicamente, amargado por un matrimonio que no funciona… por
culpa de su suegro!!!, y que provoca más patetismo que pena. Por otro
lado, demuestra también que bajo esa capa de apatía y desilusión se
esconde también un sujeto bastante inteligente y que conoce bien su
oficio, sobre todo las trampas y artimañas más convenientes para librar a
su amada de la silla eléctrica.
Otro aspecto muy original tiene que
ver con el momento en que comienza el proceso contra Thelma Jordon
acusada de homicidio premeditado. El film adopta entonces el formato de
drama judicial, pero de nuevo la guionista nos tiene preparada una
curiosa novedad. Mientras que en la mayor parte de los films sobre
juicios, es el abogado quien se las ve y se las desea para poder
demostrar la inocencia de su cliente, en este caso sucede al revés: es
el fiscal del distrito – es decir Cleve Marshall, amante de la acusada –
quién debe hacer tal cosa, por lo que la acusación debe hacer su
trabajo lo peor posible para de así el abogado salga beneficiado y
consiga convencer con facilidad al jurado de la inocencia de su
defendida. De igual modo, es el propio Marshall quien de forma anónima
aporta pruebas o consejos para que éste consiga tal propósito e incluso
paga de su bolsillo sus elevados honorarios. Sin embargo, opino que esta
idea aunque suculenta y muy prometedora no llega a ser desarrollada del
todo, quedando sólo apuntada. Es decir, con dicho planteamiento se
podría haber montado una serie de secuencias con diálogos suculentos,
divertidos enfrentamientos entre fiscal y abogado… pero no es así.
En
ese sentido, Siodmak parece que es un director más de interiores, más
intimista poco dado al espectáculo o cargar las tintas para asombrar al
espectador. En ese sentido, parece que se maneja mucho mejor en los
diálogos de a dos o en las escenas en las que aparecen pocos personajes.
De igual modo, demuestra gran habilidad a la hora de manejar escenas en
la que suceden dos acciones, una en primer plano y otra en segundo: por
ejemplo, Marshall conversa con su jefe y con el mayordomo de la casa,
mientras en la ventana de atrás observamos a dos policías analizando las
huellas del jardín.
Pero de todos los momentos excepcionales de
esta película sencilla pero potente, me quedo con dos: En primer lugar,
me gustaría destacar el plano secuencia en el que observamos a Thelma
salir de prisión y atravesar la calle, rodeada de periodistas y curiosos
con destino al juzgado; destacable por la magnífica planificación y por
la belleza de la secuencia en sí. También, el momento en que se
describe el misterioso asesinato de la anciana tía Vera y en el Siodmak
demuestra su gusto por lo gótico y por los escenarios sombríos.
Por JOSEPH B MACGREGOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario