miércoles, 16 de octubre de 2013

''El caso de Thelma Jordon'' (Robert Siodmak, 1950)

EL CASO DE THELMA JORDON

Título original: The File on Thelma Jordon
Año: 1950
Duración: 100 min.
País: Estados Unidos
Director: Robert Siodmak
Guión: Ketti Frings (Historia: Marty Holland)
Música: Victor Young
Fotografía: George Barnes (B&W)
Productora: Hal Wallis Productions / Paramount Pictures
Género: Cine negro. Intriga. Drama.Crimen
Reparto
Barbara Stanwyck, Wendell Corey, Paul Kelly, Joan Tetzel




Se suele opinar que cuanto más versátil es un actor o una actriz, mejor es o más grande nos parece. Como toda norma o regla general, siempre podemos encontrar algunas excepciones: actores como Jack Nicholson, John Wayne, Humprey Bogart o nuestro Arturo Fernández con frecuencia hacen de sí mismos o han creado un personaje a medida que les sirve para la mayor parte de los films en los que intervienen y nos convencen o nos parecen unos monstruos absolutos del cinema; al menos a mí así me lo parecen.


Sin embargo, “El caso de Thelma Jordon” de Robert Siodmak resulta un ejemplo claro de la enorme y amplia capacidad interpretativa de la gran Bárbara Stanwyck, quien nos regala una vez más una creación inolvidable, de esas que calan en lo más profundo.
Pero, vayamos por partes, ya que aparte de la excelente actuación de la Stanwyck, el film posee muchos puntos de interés que conviene destacar.
“El caso de Thelma Jordon” adopta básicamente el formato de cine de género negro por lo que en un principio la trama esencial no parece demasiado original. La manipulación de un hombre por parte de una femme-fatale para conseguir salir indemne de una acción criminal forma parte del argumento de múltiples novelas o películas de género negro o incluso de historias que poco tienen que ver con los policiaco como El ángel azul (1930) de Josef von Sternberg, La abeja reina (1963) de Marco Ferreri o Amantes (1991) de Vicente Aranda, e incluso en comedias teatrales y cinematográficas españolas como La decente (1971) de José Luis Sáenz de Heredia basada en un obra de Miguel Mihura. Dentro del cine policiaco en sí existen múltiples títulos pero quizá los primeros que se vienen a la memoria durante la visión del film de Siodmak sean Perdición (1944) de Billy Wilderr, La Golfa (1931) y La bestia humana (1938) de Renoir, el díptico de Frizt Lang La Mujer del cuadro (1944) y Perversidad (1945) o las distintas versiones realizadas sobre la novela de James M. Cain “El cartero siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946) y (Bob Rafelson,1981). En la mayoría de estos films la mujer es presentada con connotaciones negativas: tremendamente cerebrales, muy frías, mentirosas y manipuladoras; en ningún caso se arrepienten del mal causado o de haber destrozado la vida de sus víctimas, con frecuencia hombres normales y corrientes o detectives que se las dan de listo. Por eso, en estos films el drama y lo policiaco se suelen dar la mano, tal y como sucede en la película que nos ocupa. Sin embargo, Siodmak nos ofrece a través de un espléndido guión firmado Ketti Frings, una serie de variantes muy interesantes y novedosas que dotan al film de una patente originalidad.


En primer lugar, conviene centrarnos en el personaje de Thelma Jordon, interpretado por Barbara Stanwyck. Aunque existe por su parte una intencionalidad clara de manipular al ayudante del fiscal del distrito, para conseguir así la inocencia de un crimen en el que se encuentra implicada, lo cierto es que no se trata de un personaje de una pieza, sino con muchos matices, confundida en sus sentimientos, atrapada por sus contradicciones, dudas o vacilaciones. En ese sentido, si comparamos a Thelma Jordon con la femme-fatale interpretada por la Stanwyck en Perdición podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que ambas representan polos opuestos; una prueba más que evidente de lo grande que es esta actriz, versátil, humana y carnal como ella sola. Thelma no es nada fría, siente y padece e intenta alejarse de un pasado turbulento para conseguir ser una mujer “normal”; incluso llega a sacrificarse por amor y a conseguir su redención. Sin embargo la Phyllis Dietrichson del film de Wilder posee todas las características antes apuntadas que definen a la femme-fatale o a la vampiresa. Los sentimientos que dice experimentar por Walter Neff, el agente de seguros interpretado por Fred MacMurray, son del todo falsos e interesados; sin embargo, Thelma Jordon parece que no lo tiene tan claro. En ese sentido, el espectador siente las mismas dudas sobre sus verdaderos sentimientos que Cleve Marshall, el borrachuzo y amargado ayudante del fiscal del distrito, interpretado con sobriedad por un actor no demasiado conocido Wendell Corey, pero que en líneas generales resulta bastante convincente.

Enlazando directamente con lo anterior, el personaje del hombre manipulado también presenta aspectos muy interesantes, aunque más cercanos al tópico y al lugar común. Quizá lo más destacable de la interpretación de Corey y del personaje en sí es que no provoca en el espectador ningún tipo de compasión o empatía. Desde el comienzo, se nos muestra como un hombre mediocre, poco agraciado físicamente, amargado por un matrimonio que no funciona… por culpa de su suegro!!!, y que provoca más patetismo que pena. Por otro lado, demuestra también que bajo esa capa de apatía y desilusión se esconde también un sujeto bastante inteligente y que conoce bien su oficio, sobre todo las trampas y artimañas más convenientes para librar a su amada de la silla eléctrica.
Otro aspecto muy original tiene que ver con el momento en que comienza el proceso contra Thelma Jordon acusada de homicidio premeditado. El film adopta entonces el formato de drama judicial, pero de nuevo la guionista nos tiene preparada una curiosa novedad. Mientras que en la mayor parte de los films sobre juicios, es el abogado quien se las ve y se las desea para poder demostrar la inocencia de su cliente, en este caso sucede al revés: es el fiscal del distrito – es decir Cleve Marshall, amante de la acusada – quién debe hacer tal cosa, por lo que la acusación debe hacer su trabajo lo peor posible para de así el abogado salga beneficiado y consiga convencer con facilidad al jurado de la inocencia de su defendida. De igual modo, es el propio Marshall quien de forma anónima aporta pruebas o consejos para que éste consiga tal propósito e incluso paga de su bolsillo sus elevados honorarios. Sin embargo, opino que esta idea aunque suculenta y muy prometedora no llega a ser desarrollada del todo, quedando sólo apuntada. Es decir, con dicho planteamiento se podría haber montado una serie de secuencias con diálogos suculentos, divertidos enfrentamientos entre fiscal y abogado… pero no es así.



En ese sentido, Siodmak parece que es un director más de interiores, más intimista poco dado al espectáculo o cargar las tintas para asombrar al espectador. En ese sentido, parece que se maneja mucho mejor en los diálogos de a dos o en las escenas en las que aparecen pocos personajes. De igual modo, demuestra gran habilidad a la hora de manejar escenas en la que suceden dos acciones, una en primer plano y otra en segundo: por ejemplo, Marshall conversa con su jefe y con el mayordomo de la casa, mientras en la ventana de atrás observamos a dos policías analizando las huellas del jardín.


Pero de todos los momentos excepcionales de esta película sencilla pero potente, me quedo con dos: En primer lugar, me gustaría destacar el plano secuencia en el que observamos a Thelma salir de prisión y atravesar la calle, rodeada de periodistas y curiosos con destino al juzgado; destacable por la magnífica planificación y por la belleza de la secuencia en sí. También, el momento en que se describe el misterioso asesinato de la anciana tía Vera y en el Siodmak demuestra su gusto por lo gótico y por los escenarios sombríos.


Por JOSEPH B MACGREGOR

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